«El país de los sordos» de Nicolas Phillibert

El país de los sordos (Le pays des sourds, 1992) del director francés Nicolas Philibert, intenta construir una visión global de la vida de las personas sordas. Una idea general de lo que puede suponer su condición en los diferentes aspectos de la vida.

Lo hace ayudado por un gran abanico de personajes, que aportan su testimonio personal a través de entrevistas, o directamente dejándonos observar su vida cotidiana. Veremos, por ejemplo, un hombre sordo que quería ser actor y lo logró, unos niños aprendiendo a hablar mediante unos juegos extraños, un Papá Noel hablando en lenguaje de signos, o una boda de una pareja sorda que bailará a pesar de no escuchar la música.

El país de los sordos (1992)

Todo esto y mucho más, filmado con gran realismo y respeto, con elegancia estética y una gran labor de montaje visual y sonoro. Philibert nos hará vivir de cerca la realidad de las personas sordas, apreciar los detalles de su día a día. Presenciaremos una comida familiar, una visita a un museo o una despedida en un aeropuerto.

Se mezclan en la película estos momentos cotidianos en los que la cámara parece a veces invisible, con momentos de entrevista en los que se cuentan grandes vivencias personales que nos hablan sobre las dificultades que comporta ser sordo en el entorno familiar, laboral, o en la sociedad en general.

El protagonista de la película es el colectivo de las personas sordas como conjunto, aunque destaca la figura de un profesor sordo que nos sorprenderá con sus reflexiones. Jean-Claude Poulain, nos deleita con su pasión a la hora de elaborar cada uno de los signos con los que se expresa.

El país de los sordos (1992)

Esta película ha despertado en mí un gran aprecio por la belleza del lenguaje de signos. Hay algo en él, y en las personas sordas en general, que me parece muy interesante. Además de vivir rodeadas de silencio, me da la sensación de que en su interior también hay más silencio del habitual. Al comunicarse, no malgastan las palabras (o los signos). Van directos al grano, hablan cuando es necesario.

Sus conversaciones están mucho más basadas en lo visual, en las miradas y los gestos. Siento que eso les dota de una mayor sencillez a la hora de enfrentar la vida.

Parecen personas más transparentes, más claras, menos rebuscadas. Cómo si vivieran una vida más cinematográfica que la nuestra, más mágica en algunos sentidos.

Quién sabe si será verdad o no. En todo caso, ser sordo es algo más que una dificultad social. Hay aspectos valiosos e incluso ventajosos en el hecho de serlo, así lo defienden los propios personajes del film.

El gran acierto de la película es que ha sabido captar perfectamente las dos cosas. La dureza, y también la belleza. No despierta en el espectador ningún tipo de lástima o compasión, porque los personajes no son débiles víctimas, sino personas fuertes y orgullosas de lo que son. El film nos ayuda a normalizar y comprender, a mirar de tú a tú, cercanamente. Incluso a veces, despierta cierta fascinación.

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