«La ville Louvre» de Nicolas Philibert
Una linterna ilumina unas escaleras. Se abre una puerta. Contemplamos a personas que aparecen, se cruzan y deambulan por un recinto que nos es desconocido. Quedan al descubierto kilómetros de galerías subterráneas, zonas prohibidas al público donde se almacenan las reservas del museo. Una especie de ciudad secreta dentro de la ciudad artística que supone de por sí el Louvre, donde se mezcla lo banal y lo extraordinario, lo mundano y lo sublime.
Nos encontramos en 1988, durante la gran renovación que sufrió el Louvre en dicha década, en la cual se añadió la pirámide de cristal a los edificios clásicos. Nicolas Philibert tuvo el privilegio y el acierto de poder filmar durante cinco meses todo el proceso de remodelación, brindando con este documental un magnífico documento histórico de gran interés, que es a la vez muy bello y poético.
Con la cámara como fiel compañera, Philibert nos descubre el emblemático museo como nunca lo habíamos podido observar antes: al desnudo. Y con su particular y aguda mirada, nos muestra todo el trabajo que hubo que realizar en el mismo: la instrucción del personal, el montaje de las exposiciones, la reorganización de las galerías, la ubicación de las obras de arte, los trabajos cuidadosos de protección y restauración de las colecciones, la remodelación de la infraestructura, los cuantiosos trabajos de limpieza, etc.
Philibert, con su gran sentido del relato, construye una fascinante narración en imágenes repletas de misterio, belleza y elegancia. El museo en movimiento. Planos hipnóticos de esculturas deslizándose por los pasillos del Louvre resultan un verdadero regalo para cualquier amante del arte. Y ello gracias en parte al magnífico uso por parte de Philibert de la música minimalista en el momento adecuado, que dota de más fuerza a las escenas.
Pero el documental no versa solamente sobre el arte, sino que es un reportaje de tipo sociológico, en palabras del mismo director. Y por ello, la banda sonora está compuesta en realidad principalmente por los ruidos de los trabajadores.
En los pasillos en los que rodó Godard la célebre escena de Banda a parte (Bande à part, 1964), Philibert nos filma unas escenas que seguramente el mismo Jean-Luc habría querido añadir en su película: pistolas disparando dentro del museo, haciendo un ruido atronador. Sólo que son de fogueo, para medir el ruido. Pero es una escena memorable, igual que la carrera de los personajes godardianos.