«Regreso a Normandia» de Nicolas Philibert
En un director tan volcado al trato y la relación con los otros, pero manteniendo su posición transparente, Regreso a Normandía (Retourn en Normandie, 2006) es una película peculiar en la filmografía de Nicolas Philibert y lo es, fundamentalmente, porque su autor se coloca como centro y como motor de arranque del relato. Regreso a Normandía es una película que surge de otra película: Yo, Pierre Riviére, habiendo matado a mi madre, mi hermana y mi hermano… (Moi, Pierre Rivière, ayant égorgé ma mère, ma sœur et mon frère… 1976) de René Allio y de los recuerdos que, pasados treinta años han dejado en las personas que participaron en su rodaje, comenzando por el propio Philibert que desempeñó el cargo de ayudante de dirección, su primer trabajo profesional en el mundo del cine.
El filme de Allio está basado en un volumen editado por Michael Foucault que tenía su epicentro en el relato de un joven de 20 años que en 1835 mató a su madre, a su hermana y a otro hermano. Posteriormente, encerrado en su celda, redactó un documento donde explicó las razones que le condujeron al múltiple asesinato. Foucault dio con el caso haciendo una investigación entorno a las relaciones entre psiquiatría y procedimientos judiciales y René Allio rodó su película poco después de la aparición del libro. En ella mantenía la multiplicidad de documentos provenientes del procedimiento judicial, los informes médicos y las crónicas periodísticas que ya había recogido Foucault y lo hizo con un enfoque brechtiano que incidía en el protagonismo de los testimonio escritos, convenientemente verbalizados y sin perder ese tono de crónica judicial.
El rodaje se desarrolló en Normandía, muy cerca de donde se habían producido los hechos. Los intérpretes, exceptuando los contados personajes provenientes de la ciudad (médicos, jueces, abogados…), fueron los habitantes de la zona que dieron vida a sus antepasados campesinos. Entre sus ocupaciones, Philibert tuvo la de hacer la selección de todos esos personajes y figurantes, recorriendo la comarca. Una experiencia fundamental, tanto para los lugareños que hicieron una inmersión en una realidad ajena, la de la práctica cinematográfica; como para Nicolas Philibert que le sirvió para introducirse en la profesión y más allá de esto, vivió una experiencia, también de otra realidad ajena, en este caso la campesina, que le marcaría para el resto de su vida.
René Allio falleció en 1995, pocos años más tarde Philibert constataba que su cine -que según él nunca fue suficientemente valorado- era prácticamente desconocido entre los estudiantes de cine. Él acababa de estrenar Ser y haber (Être et avoir, 2002), su éxito le desbordó y desde esa posición de máxima e inesperada repercusión pública, quiso echar una mirada a sus orígenes y ahí se volvió a topar con Normandía, la memoria de Allio y la gente que compartió con él esa experiencia fundacional. Tras el éxito de Ser y haber podía plantearse cualquier proyecto con absoluta libertad y con total desahogo presupuestario y decidió, por primera y única vez hasta el momento, enfocar su cámara hacia su memoria personal y hacer la película a partir de él, llegando incluso a recuperar unas piezas musicales que había compuesto su abuelo.
No obstante todos estos condicionantes volcados hacia el pasado, Regreso a Normandía no es una película nostálgica, ni arqueológica. Es, ciertamente, una reivindicación de René Allio y de su forma de trabajar, pero sobretodo es una investigación sobre las posibilidades del cine como forma de conocimiento para modificar a las personas y para constatar cómo el tiempo, materia consustancial del propio cine, modifica los lugares y a las personas. Visto desde otra perspectiva, es una película sobre la estela que quedó tras el paso de otra película anterior, y la constatación de que aquella experiencia descubrió nuevos horizontes a los que participaron y se acabó constituyendo en un poderoso receptáculo de la memoria.
Pero Regreso a Normandía, a pesar de la novedad por el lugar central que ocupa su director y por abrirse a un espacio mucho más amplio de los que habitualmente delimitan las películas de Philibert, se construyó -y de eso da muestras el resultado final- de la misma forma que siempre ha procedido su director. Un desencadenante y a partir de ahí un ir encontrando la película a medida que se va haciendo.
Flexible, abierta a cualquier giro que la realidad pueda proveer, sobreponiendo capas, curiosa por cualquier recoveco que se adivine en el camino, construyéndose por libres asociaciones, proyectado luz sobre el pasado pero teniendo claro que su tiempo es el presente y sobre todo, la presencia, no de aquellos actores de la película referenciada, sino de las personas que fueron tocadas por una experiencia cinematográfica que los hundía en sus propias raíces.