Salomé y Carlos Saura
Del relato bíblico al flamenco español, la historia de Salomé y su danza de los siete velos ha estado siempre presente en el mundo del arte. Ya fuese en pintura o escultura, los artistas han intentado representar el suceso de la muerte de Juan Bautista a lo largo de todos los siglos pero no fue hasta que el dramaturgo irlandés, Oscar Wilde, escribió su obra de teatro, que el mito se realzó hasta el punto de ser un tema de obsesión para muchos estudiosos y artistas. La historia de Salomé, hija de Herodias e hijastra de Herodes, que tras verse despechada por el rechazo de Juan Bautista (el cual su madre querría ver muerto pero su padrastro lo mantenía con vida por miedo a las represalias del pueblo) pidió su cabeza en bandeja de plata tras hipnotizar a Herodes con su baile, un tema de constante inspiración para el cine y es que en los albores de Hollywood, allá por 1918, se llevaba a cabo la primera película sobre Salomé, protagonizada por la mítica Theda Bara.
Como muchas cintas de la época, esta versión se perdió y hoy en día se considera extraviada pero para nuestra suerte, todavía se conservan imágenes del rodaje que nos ayudan a evocar ese famoso baile de los siete velos.
Fueron diez años más tarde, cuando de la mano de Alla Nazimova pudimos ver y conservar en celuloide esa historia de pasión exacerbada que llevaba siglos pidiendo ser representada en su justa medida.
Con un diseño de producción que parece sacado de los sueños de Oscar Wilde, se nos llevó a una fiel representación de la obra de teatro en la que resaltaba toda su simbología y exotismo, además de resultar la primera escena conservada del famoso baile realizado por Salomé. Convirtiéndose en una película de culto, le siguieron otras versiones inferiores, una dirigida por William Dieterle: Salomé (1953), con Rita Hayworth en el papel de la hija de Herodias y una versión un poco más pop llevada a cabo por Ken Russell Salome’s Last Dance (1988).
Destacando entre medio una versión alemana de Werner Schroeter Salomé (1971). Depués, pareció que el mito de Salomé y la cabeza de Juan Bautista estaba destinado a desaprovecharse y quedar en el más absoluto olvido cinematográfico.
Por suerte para el legado que Wilde había creado, en 2002, el genio español Carlos Saura llevó a cabo su particular versión de los hechos de una forma que no se había visto nunca y que abriría el camino para futuras películas de un género casi por estrenar: la videodanza. Situando la historia dentro de una compañía de flamenco, con música de su habitual Roque Baños (que aparece como músico finalizando sus partituras), el director oscense realizó una mezcla perfecta entre el exotismo de la historia original y los elementos más castizos del arte español. Toda la obra discurre en el marco de una compañía de danza en la que cada bailarín resulta ser un personaje de la historia bíblica, con Aída Gómez en el papel de Salomé que, al mismo tiempo, prepara la coreografía con sus bailarinas para un ensayo general. El resultado, una pieza impecable, liderada por una Aída Gómez y un Paco Mora que parecen haber nacido para llevar a cabo los papeles de Salomé y Herodes. Saura es el primer cineasta que, sin reproducir estrictamente lo que la leyenda nos cuenta, cosigue transmitir toda esa tensión, pasión, violencia y sensualidad que el escritor irlandés llevó una vez al papel.
Esta película forma parte de la última etapa que podría dar comienzo con Bodas de sangre (1981), siendo así una introspección al arte y folklore español que le ha llevado a crear una serie de películas con varios puntos en común (la fotografía y la danza sobre todo) que exploran, de forma más o menos experimental, la cultura andaluza, con sus músicas y bailes populares. También hay que destacar que el director ha realizado películas exclusivas centradas en el flamenco y también el fado portugués, siguiendo casi siempre la misma línea estructural y estética. De esta forma, Salomé podría considerarse el resultado de una década de experimentación fílmica que nos dejó joyas también como Ay, Carmela! (1990).
Está claro que sólo un director como Carlos Saura es capaz de llevar a cabo algo así y que funcione de tal manera que, a mi juicio, es una de las joyas del cine por su originalidad en la mezcla de contenidos; una historia tan clásica llevada ahora por la danza andaluza y por ende una nueva representación de la danza de los siete velos. Una experiencia que podría ser catalogada como algo entre el musical y la metadanza. Saura parece que ha sido el único en entender, verdaderamente, de que trata la historia de Salomé.