«David Lynch: The Art Life» de Jon Nguyen, Rick Barnes y Olivia Neergaard-Holm

“Do you want to know what I really think?” Esta es la pregunta que aparece en una de las primeras pinturas de David Lynch que figuran al inicio del documental. Es, también, la que se tiene que responder antes de ir a ver el largometraje autobiográfico de este artista y director de cine.

David Lynch: The Art Life (2016)

David Lynch es el protagonista de este viaje íntimo que va desde su nacimiento hasta la realización de Eraserhead (1977), comienzo de su carrera cinematográfica mientras estudiaba en el American Film Institute. Íntegramente narrado por la voz en off del retratado, el documental busca acercarse al artista y a su obra a través de sus pinturas y de sus anécdotas.

Irónicamente, existe una triste contradicción entre el Lynch que insiste en vivir dentro de su propia vida, construyendo su mundo particular, único, propio, poético; y las imágenes excesivamente ilustrativas producidas por los directores o buscadas -y, eso sí, encontradas- en las pinturas del narrador. En este sentido, el documental peca de ser demasiado explicativo al intentar explicitar los sentimientos o pensamientos de Lynch, en lo que termina pareciéndose a un ejercicio cinematográfico más que a una herramienta expresiva, además de acabar resultando redundante.

No obstante, el trabajo y la sensibilidad de los directores en el momento de trabajar con la captura del cotidiano del artista en su estudio, el material de archivo y las pinturas de Lynch logran una calidad incuestionable. En suma, tanto la fotografía como el montaje y la música son de un gran disfrute. Es interesante tomar en cuenta que las imágenes capturadas en el documental dialogan perfectamente entre sí, generando una cierta plasticidad a través de los contrastes que construyen, hasta convertirse en pinturas en sí mismas. Así, de la misma forma que la película pone a las pinturas de Lynch en movimiento, también consigue que las imágenes en movimiento del medio cinematográfico, se conviertan en pinturas.

 

Por otro lado, la narración parcial y excesivamente selectiva de Lynch, le quitó poder al documental en tanto que se siente cómo el artista está volviendo a pisar las huellas de un camino por el que ya anduvo, lejos de abrirse el paso hacia un nuevo sendero. El hecho de que los directores hayan dejado a Lynch dentro de su zona de confort, sin comprometerse o ahondar en algunos aspectos, implica un discurso eminentemente filtrado. Por esta razón, el documental está claramente guionado -y, por ende, en términos de discurso, dirigido- por David Lynch, e ilustrado por Jon Nguyen, Rick Barnes y Olivia Neergaard-Holm. De esta manera, lo directores no cuestionan al personaje retratado sino que, al contrario, lo ubican en un lugar aún más cómodo de adoración y culto.

Con el fin de retratar al ícono cinematográfico y mito moderno norteamericano de manera fiel, los directores usan una variedad de materiales de archivo impactantes, desde su infancia hasta su convulsa juventud. A su vez, el documental tiene momentos en los que hace uso de la imagen en blanco y negro. Fotografías de época de Philadelphia para intentar retratar la ciudad como la describe Lynch, demostrando una preocupación genuina por hacer un uso creativo de las imágenes para tejer una trama narrativa íntima y compleja en su profundidad y, en paralelo, con el carácter experimental de la obra del autor.

This Man Was Shot 0.9502 Seconds Ago (2004) David Lynch

Al respecto de otro uso creativo de David Lynch: The Art Life se debe destacar el del sonido: éste no sólo acompaña el documental con una sintonía particular, sino que genera atmósferas construidas sutil e inteligentemente, estimulando el imaginario del espectador, quien descubre experiencias visuales, a través del sonido, en paralelo con las ofrecidas por las imágenes. Gran logro para los diseñadores de sonido Philip Nicolai Flindt, Stella Luncke y Josef Maria Schäfe. De la misma manera que el sol californiano logra evaporar todos los miedos de David Lynch, el sonido del documental, cual implacable sol sonoro en un contexto cinematográfico, nos permite adentrarnos en la historia personal del protagonista mientras penetramos, al mismo tiempo en la nuestra. Siguiendo esta línea, la música de Jonatan Bengta es otro logro del documental: intensa, ocurrente y totalmente alineada con la obra.

Finalmente, se puede considerar el documental como un prometedor viaje en la vida de un artista, adentrándonos en el mundo interior de un personaje y creador misterioso, quien nos abre sus puertas ante sus miedos, frustraciones y nos plantea preguntas sin respuestas. Si el cine de Lynch gusta, si su arte cautiva, y si su persona interesa, David Lynch: The Art Life es un documental que disfrutarán indudablemente desde el inicio hasta el final.

 

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