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«El Tercer Asesinato» de Hirokazu Koreeda

Llega a nuestras pantallas la nueva película de Hirokazu Koreeda, y la expectación se nota en el ambiente. En el pase de prensa la sala está bastante llena. «Esta hay que venir a verla, que las que hace este director son de las buenas» comenta uno de los asistentes. Yo también tenía curiosidad por ver cómo el sello característico Koreeda encajaba en esta película. Sin embargo, el resultado no es del todo satisfactorio. Repasemos Sandome no satsujin  (El tercer asesinato, 2017).

El tercer asesinato (2017)

El argumento de la película se presenta muy interesante: el protagonista es un abogado que defiende a un acusado de asesinato que ya había cumplido condena por otro asesinato cometido 30 años atrás. El mismo acusado se declara culpable, lo que dificulta mucho la defensa del abogado, cuyo objetivo es evitar la pena de muerte. El protagonista empieza a indagar en las pruebas, lo que parecían hechos, se cuestionan y aparecen nuevas evidencias que cambian por completo un caso que se daba por sentado desde la fiscalía.

Koreeda filma en su inicio el desarrollo de los hechos desde una intencionada objetividad. Se da preferencia a los planos generales, pocos cortes en cada secuencia, buscando el registro del proceso judicial desde el punto de vista del abogado defensor. El planteamiento es seductor, el avance de la acción engancha  -aunque hubieron un par de errores al inicio de la proyección que dificultaron la conexión con la película-. El riguroso seguimiento del proceso judicial remite a cómo Kurosawa plasmaba el proceso de la investigación en su obra maestra: Tengoku to Jigoku (El infierno del odio, 1963).

La cámara se mueve lenta pero armónicamente, algo que ya parece ser marca de la casa en sus últimos filmes como en Soshite chichi ni naru (De tal padre, tal hijo, 2013). Estos movimientos laterales, que adoptan un recorrido semi-circular, son la viva representación del paso del tiempo. Así no sólo presenciamos cómo se desarrolla la acción de la película, sino que además vemos el tiempo pasar, haciendo reflexionar al espectador sobre ello.

El tercer asesinato (2017)

Pero a medida que va avanzando la película, todas estas buenas sensaciones van desapareciendo. Vemos como la focalidad pasa de la objetividad a centrarse en el protagonista. El argumento se carga de sentimentalismo, algo que encaja bien con la transformación del abogado protagonista que pasa de ser un profesional que afirma:  «no hay que entender al cliente» a implicarse emocionalmente, pero no con el resto de elementos. Es más, la narrativa se vuelve explícita.

Las escenas sentimentales se muestran a través del diálogo, siendo totalmente explicativas; o con flashbacks y/o escenas oníricas. Planos que pretenden ser evocadores, con una banda sonora que desprende lirismo pero que da como resultado, por momentos, algo que roza lo cursi. No logra que el espectador sea partícipe de la acción. Además establece un tremendo contraste con el tratamiento que se venía dando.

Su estilo quedaba coherente con la objetividad inicial -la lentitud y preferencia por el registro-, pero cuando la película adopta un camino distinto, el estilo no lo acompaña. Como consecuencia las escenas se acaban alargando excesivamente, hasta el aburrimiento. Los silencios en la banda de audio son demasiado prolongados y aumentan esa sensación de hastío. Encontré a mi lado a un compañero que no pudo resistir y sucumbió al sueño, provocando que sus ronquidos tuvieran más presencia en la sala que la propia película, no mentiré, ese momento resultó bastante gracioso.

El tercer asesinato (2017)

Lo que encontré más atractivo del trabajo de guión, es el entramado de mentiras que produce, buscando confundir al espectador, aunque esta confusión resulta paradójica, ya que la propia narración acaba explicándolo todo con detalle. La historia se acaba resintiendo y no ofrece espacio al espectador para que quede enganchado todo el metraje.

El mensaje de la película es claro, la última secuencia lo resalta, aunque no lo explicitaré por miedo a poner spoilers. También trata temas muy potentes como la construcción de la verdad, el fallido sistema judicial burocrático… Temas que podrían reformularse como novedosos desde la mirada de Koreeda, pero cuya resolución basada en lo explícito lo impide.

La sutilidad en los detalles que caracterizaba películas como De tal padre, tal hijo o Still Walking (2008), donde el gesto de un personaje podía ser tremendamente revelador, aquí se pierde al completo. También se echa en falta la emoción que conseguía transmitir en títulos anteriores, aunque tal vez sea debido al cambio en su temática argumental. El estilo del director no es el más adecuado para la historia.

Durante el transcurso del filme hay ciertas escenas que son muy impactantes. Sobre todo destaco las secuencias de conversación entre el abogado y el acusado en la cárcel. El tratamiento fílmico del espacio es muy interesante, partiendo del cristal que les separa como barrera entre ambos personajes. La progresión de las secuencias dentro de este espacio denota una reflexión previa, muy notable, sobre la puesta en escena. Pero claro, estas pocas secuencias integradas en el conjunto de 120 minutos, quedan cojas. No compensan.

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