L’Alternativa: Días 1 – 3
Inauguración:
Vuelve Lucrecia Martel tras 9 años de parón, 5 de ellos rodando y 2 montando Zama (2017). Lo primero que llama la atención son ciertos cambios en su propuesta cinematográfica: opta por una cámara completamente estática que potencia la belleza de cada encuadre, volviéndose pictóricos especialmente en los planos más abiertos. No por ello faltan señas de la identidad de la cineasta: los personajes importantes para la escena colocados en primer término, y el fondo presente pero desenfocado, abstrayéndolos de su entorno.
Zama es probablemente el filme de Martel que más se acerque al referente que es David Lynch para la directora -desde la distancia entre estilo de ambos-. Se ponen en escena elementos que distorsionan la película: como una conversación dramática puede jugarse desde el humor, el trabajo de la percepción sonora el personaje, los saltos de tiempo en la vida del personaje. Esto también viene motivado por la adaptación de la novela de Di Benedetto, clasificada como un relato kafkiano en una época colonialista.
Es una película para sentirla, no comprenderla, al menos no en un primer visionado. Resulta fácil perderse en la construcción del relato, en saber quién es cada personaje y el seguido de sucesos, lo que hace aún más airoso el reto de empatizar con la miseria del personaje sin entender con exactitud el contexto de ello. La narrativa audiovisual invita a perdernos en su visionado, a hipnotizarnos y reflexionar más sobre su puesta en escena que en su argumento.
Día 1:
Taste of Cement (2017) consigue hipnotizar con las imágenes que abren el filme. Sus imágenes arrebatan a través de unas composiciones muy poderosas. La roca, el cemento, las sombras y los rostros que filma Ziad Kalthoum hablan por sí solos de la guerra, la miseria, el frío y el exilio. Aguanta toda su primera mitad en este trance audiovisual, cuando luego empieza a tener secuencias en los que la imagen pierde parte de su fuerza y la banda de audio no hace el contrapeso -sólo se refuerza esporádicamente-, así que se pierde un poco esa sensación de hipnosis.
La introducción de imágenes crudas de archivo es algo que resulta casi obligatorio a la hora de denunciar la dureza de la guerra, hacer observar el horror por el que el autor y los rostros anteriormente filmados han trascurrido. Paradójicamente, esas imágenes, aunque más explícitas, son menos potentes que las que la cámara del director escoge.
Su tramo final vuelve a recuperar el tono inicial, vuelve a emerger la experiencia sugestiva, y de nuevo uno se sumerge en sus imágenes. El autor plantea una magnífica reflexión sobre el cemento a partir de los recuerdos y lo que filma, cómo la construcción está sólo provocada por una anterior destrucción; el cemento como elemento de vida, y a su misma vez muerte; y cuestionar cuándo se dará fin a este círculo vicioso alimentado por la guerra.
Acts and Intermissions (2017) nos cuenta la historia de Emma Goldman, destacada anarquista de la década de 1890 a la década de 1920. Abigail Child juega experimentando con la imagen y el sonido a sus anchas, algo que estéticamente es algo disfrutable y lúdico, pero que falla en lo más importante: transmitir algo al espectador. Más allá de la experimentación, el conjunto queda vacío.
Contiene propuestas narrativas interesantes, como es el contraste entre audio e imagen dentro de la historia de Goldman, narrada en voz en off ubicada hace un siglo; y las imágenes actuales, mostrando que los retazos de una sociedad que no ha cambiado tanto. El propio título invita a reflexionar sobre la vida de la protagonista a lo largo del metraje con una pregunta retórica: ¿cuáles son los actos y cuáles los intermedios de su vida?
A Fábrica de Nada (2017) puede imponer cierto respeto antes de si visionado, pero su resultado es más que satisfactorio. Es fascinante la matrioshka propuesta por Pedro Pinho. Su ritmo invita al espectador a que de vez en cuando nos desviemos de la acción, desconectemos, divaguemos en nuestros propios pensamientos; y después de un mazazo reconectamos de nuevo. Forma parte de su experiencia de visionado.
Su mayor virtud es su ambición, la actitud de no renunciar a nada y poder encajarlo todo de forma orgánica en sus 177 minutos. Se mezclan géneros -drama social, romance, comedia, musical-, se juegan a diferentes niveles de narración -tenemos la historia que incluye a todos los personajes, la del falso documental que filma uno de los personajes, y momentos en los que se pausa el avance de la narración para implicarnos más en la vida de algunos de los personajes. Contemplamos una película que más allá de una ficción busca introducir fragmentos de vida, y cómo la vida a veces es aburrida y a veces es apasionante. Su ideología remite a la del cine de John Casavettes.
Su forma cinematográfica es igual de variopinta: encontramos secuencias de planos fijos, con cortes más rápidos y cercanía a los personajes; hasta largos planos secuencia que los acompañan desde una cierta distancia. Pinho se ajusta a lo que esa secuencia en particular le pide, descontextualizándola de las demás para percibir cada una de ellas como una unidad. No por ello su conjunto es caótico, todo queda unido por los personajes y el desarrollo de cada uno de ellos.
A través de la «mentira» que es la ficción, observamos un fenómeno tan real como la toma de poder de los obreros de una fábrica, y cómo sucede cuando esta acción cuando, más allá de la épica inicial, la situación avanza a través de discusiones, inseguridades y sacrificio personal de cada uno de los trabajadores.
Día 2:
Dentro de sesión de cortometrajes de Curts 2, el que más destaca sin duda es La Disco Resplandece (2016) de Chema García Ibarra. Consigue capturar la esencia generacional de lo que se conoce coloquialmente como «traperos», o «canis y chonis». A partir de una serie de escasos detalles logra caracterizar a los diversos personajes en una historia tan sencilla como unos amigos yéndose de fiesta. Aparentemente nada ocurre, y sin embargo ante nuestros ojos logramos comprender el interior de los cinco chavales. Su duración pasa volando -pensé que había durado 5 minutos cuando son 12-. Su final es algo abrupto, pero no resiente dentro del conjunto de la propuesta.
Resultan interesantes Lupus (2016) y 26 Rue de Saint-Fargeau (2017). Lupus contiene momentos destacables audiovisualmente, pero su resultado es vacío. Trata un tema interesante en el que se profundiza poco, con imágenes que buscan ser metafóricas pero acaban siendo evidentes.
26 Rue de Saint-Fargeau tiene un muy buen arranque, mostrando los interiores de un edificio bajo una voz en off de una trabajadora. Sus imágenes resultan muy naturales, transmitiendo la belleza de lo ordinario. La propuesta de mostrar la vida de una persona a través del espacio en el que vive y su voz, pero nunca mostrándola con claridad es muy interesante. Pero en cuánto cambia de sujeto, la película empieza a decaer. Se transforma en un filme distinto, las imágenes cada vez resultan más planas y las voces en off más pesadas. Su ejecución a la larga deja mucho que desear.
La deuxième nuit (2016) de Eric Pauwels resulta fascinante. Pauwels logra expresar con una facilidad apabullante una serie de pensamientos y sentimientos muy introspectivos y complejos. Descrita en sus propias palabras como «una película sobre la muerte y la libertad», la acción avanza impulsada por la muerte de su madre y la memoria. Se producen múltiples reflexiones en torno a estos temas, tanto que el espectador queda abrumado ante su lucidez, además de pensar en esa reflexión y cuestionarla interiormente, con pausas propuestas por las imágenes que el autor nos cede.
La construcción de la narrativa se produce de forma lúdica, se juegan con imágenes grabadas en distintos períodos de tiempo, imágenes de archivo, entrevistas, recreaciones, encadenados, sobreexposiciones… No tiene miedo a experimentar con los recursos a disposición. También la música tiene un peso importante cuando se introduce en escena, más allá de la estética, la relaciona con la reflexión que plantea para adquirir un significado más personal.
El avance de la película viene guiado a través de su voz en off. Conocedor del don de la palabra que posee, Pauwels relata su vida de forma que nos identifiquemos y compartamos sus emociones. Se desnuda emocionalmente ante la cámara, con una naturalidad y perspicacia que deja atónito.
La multiplicidad de ocurrencias en su discurso es variado, unas resultan más interesantes que otras; además de que el salto entre pensamientos puede ser algo que deje una sensación de extrañamiento y desconexión -pero, ¿acaso no funciona así nuestra memoria?-. En cualquier caso la propuesta sale airosa en sus 75 minutos de duración, dejando escenas que producen un gran impacto emocional y audiovisual.
Día 3:
California Dreams (2017) nos introduce a una serie de personajes entrañables, personas que sueñan con dedicarse al mundo del cine -cuatro actores y un guionista-. Son presentados en pantalla desde la comedia, con lecturas de monólogos en los que observamos que no son muy buenos intérpretes. Sin embargo, durante el trascurso de la película, acabamos encariñándonos de ellos y deseando que esa gran oportunidad ojalá les llegue. Entre ellos destaca Cory Zacharia, que tiene más peso en la totalidad del documental que el resto, y del que tal vez empatizamos más que el resto.
Es gracioso observar cómo a través del montaje podemos señalar qué personajes son los que más le gustan al director, y otros que no tanto debido a su menor presencia o una mayor omisión en los cortes. Se crean importantes contrastes entre situaciones, cómo escuchar la voz de un actor en off interpretando resulta mucho más efectiva que cuando corta y le vemos interpretar. También estos contrastes pueden darnos un golpe emocional, intercalando una situación cómica a la que sigue un plano de uno de los personajes andando hacia el horizonte a cámara lenta -leitmotiv visual dentro del filme-, mostrándonos cómo nunca llegará a su destino (sueño), frenando en seco la acción de la película como un puñetazo.
Mike Ott propone un juego audiovisual en el que nunca sabemos dónde empieza la realidad o la ficción. Se ocultan qué fragmentos de la película son piezas documentadas de la vida de cada una de estas personas, y cuáles son recreadas para la misma película. En esta ambigüedad en la que se mueve, nos ofrece un divertido rompecabezas irresoluble, que recorre desde situaciones hilarantes a escenas íntimas. Este juego también muestra un magnífico final agridulce, dónde ficción y documental convergen.
Sin duda de lo mejor que se encuentra en el festival, California Dreams es una preciosa oda a los soñadores, pero más especialmente a los losers.
Dentro de la sección Panorama, dividida en dos sesiones, encontramos las obras de artistas nacionales realizados durante este último año.
La primera sesión se compuso de Identity Parade (2017), Luna cautiva serpiente roja bandeja de plata (2017), y EXPO LIO ’92 (2017). Las tres comparten una misma característica, y es la creación de cada una de las obras a través de metraje ya filmado.
En Identity Parade encontramos un simpático corto de breve duración en el que se produce un cómico juego de identidades. Más allá del cuidado trabajo de posproducción y detalle para un resultado técnicamente bien realizado, se puede destilar una curiosa reflexión sobre la identidad cinematográfica de los personajes en el cine.
En cambio Luna cautiva serpiente roja bandeja de plata propone un collage visual que sus creadoras montaron a partir de una pieza de música clásica. Es interesante y visualmente sorprendente en sus primeros minutos, pero su larga duración la hace algo asfixiante y pesada.
EXPO LIO ’92 reflexiona sobre la Expo de Sevilla de 1992, en la cual España fardaba de ser el epicentro mundial de la tecnología. Realizada con mucho humor y dosis de crítica, su ritmo trepidante puede saturar un poco al espectador. Su cercanía al fenómeno que son los memes (https://www.urbandictionary.com/define.php?term=meme) hoy en día en Internet es muy accesible para la generación más joven. Deudora en su forma -denominada por su directora María Cañas como videoguerrilla-, de la hiperactividad audiovisual actual, funciona mejor en sus dosis de humor que en su subrayado juicio político, que acaba haciéndose evidente y redundante.
La segunda sesión se compone de Dos Sueños Después (2017), y Canción en la noche (2016). Comparten también características formales, son filmaciones de carácter más cotidiano que ahondan en la nostalgia, el olvido, la memoria o la separación.
Dos Sueños Después arranca bajo una voz en off que nos guía, pero que pronto resulta muy monótona. Su mejor virtud son las imágenes de su segunda parte, dónde su plasticidad es magnética, pero su mensaje resulta vacío.
Canción en la noche fue presentada por su director, Hernán Talavera, haciendo alusión a las pintura tradicional japonesa, dónde las ramas de pino hacían presente el vacío de la imagen. Introduciendo el filme con la cita de Robert Fillou «el arte es lo que hace la vida más interesante que el arte«, se compone de tres movimientos (intrínsecos a las estaciones que el autor pasa viviendo) que estructuran el relato de una forma más clásica.
Pero detrás de ello lo que emerge es un recorrido por un diario fílmico, compuesto por imágenes del día a día que nos transmiten la emoción del que filma. Invita a dejarse llevar por su abstracción, contemplando la belleza del día a día que se pasa por alto en el cine de industria. Observamos una evolución sentimental de su estancia en la que se evocan sensaciones como la nostalgia, la distancia del ser amado, el anhelo y el enamoramiento. Las palabras filmadas del diario dan un toque lírico al conjunto que fascina por momentos.
Se juegan con elementos narrativos que tienen un reverso a lo largo del metraje, compuestos por elementos tan corrientes como un roble, un libro o un bol de cerezas. Juega con la reflexión de la representación de la vida, evidenciándolo más con una frase extraída de El Retrato Oval (1934) que dice «It’s Life Itself!».
Íntima y delicada, intenta acercarnos a la visión del director y sus sentimientos durante su estancia. Una película muy especial para los que se dejen llevar por la belleza de lo habitual.