© Rubén Seca

Eric Pauwels: el cine en primera persona

Tras el paso de Eric Pauwels hace ya algunos meses por el Festival de Punto de Vista, que documentó Pere Alberó en su otro artículo de la revista, el cineasta belga ha acudido este mes de noviembre a Barcelona, para la retrospectiva que le han dedicado desde L’Alternativa, Festival de Cinema Independent de Barcelona, y aprovechando la ocasión, impartió a su vez un interesante seminario sobre documental en ECIB, además de una intensa masterclass. De todo ello, voy a procurar condensar en este artículo retazos de sus interesantes intervenciones, así como mencionar alguna que otra parte de su fascinante denominada Trilogía de la cabaña, que componen el mediometraje de Lettre d’un cinéaste à sa fille (2000), y los largometrajes de Les films rêvés (2010) y La deuxième nuit (2016). 

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Eric Pauwels fue discípulo del cineasta etnográfico Jean Rouch, con quien entabló una gran amistad y con quien viajó por medio mundo, colaborando a su vez con él en bastantes ocasiones, y a quién además, le dedicó un cortometraje: Lettre à Jean Rouch. De aquí nació seguramente su interés por el documental y que terminó derivando en un interés por realizar cine en primera persona, con propuestas personales sumamente interesantes.

El primer film de la trilogía de la cabaña, Lettre d’un cinéaste à sa fille (2000) empieza con la voz en off del propio cineasta belga diciendo «Sonido. Imagen. Claqueta.» y procedemos a ver dichos elementos: una claqueta retirándose y unas manos activando un reproductor de música del cual suena la música diegética que se convierte enseguida en extradiegética, dando paso a un encadenado de imágenes y pinturas de su esfera privada. La semilla del proyecto surgió a tenor de una pregunta de su hija preguntándole por qué no hacía películas para ella. Ello le llevó a aprovechar la ocasión, para realizar algo que llevaba tiempo deseando hacer: contarle a su hija las historias que siempre había querido contarle.

«Uno tiene que conocer el deseo del por qué quiere hacer una película concreta. Una vez lo sepa, sabrá cómo abordar el proyecto.»

A Pauwels, le encanta contar historias. Y su gusto por contarlas queda plasmado en sus películas. Y al conocerle en persona, resulta complicado no quedar también fascinado con su habilidad para construir bellos relatos, cual cuentacuentos. De hecho, durante el seminario, aprovechó muchas ocasiones para ilustrar ejemplos o discursos propios, a través de breves cuentos o fábulas, que ayudaban a reforzar las ideas.

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Eric compara su proceso creativo con los cuidados que recibe un bonsái: un proceso lento y cuidadoso, donde va puliendo poco a poco los detalles, y en el cual va mezclando un cúmulo de notas tomadas que terminan dando forma a una historia personal, pero universal.

Pauwels concede mucha importancia a lo subjetivo y a lo particular, pues dice que cuanto más personal y subjetiva sea una película, más universal será. Según él, no es posible filmar la humanidad. Y si se pretende hacerlo, hay que hacerlo a través del individuo. Depende de uno mismo saber el cómo y hasta dónde lo particular se puede extrapolar a un todo; y como no se puede filmar el mundo entero, hay que saber escoger un detalle:

«El arte de ver el mar en una sola gota.»

Es en la fase de montaje cuando compone, tras haber realizado previamente un trabajo de sustracción. Y es en esta fase donde incluso lo que parecían haber sido accidentes durante el rodaje, se convierten de pronto en importantes. Al filmar con materiales y soportes muy distintos -8mm / 16mm / vídeo-, sus procesos de montaje suelen ser dilatados. En su segundo film de la trilogía, Les films rêvés (2010), el proceso se dilató hasta 9 meses. Pauwels compara el proceso de montaje con su montador, con un baile de tango, en el cual él va dotando de texto a las historias a partir de las imágenes.

Sus proyectos suelen tener una columna vertebral a partir de una idea principal, y desde ella va tejiendo e incorporando historias a la misma. A veces le toca añadir sonido a las imágenes; y a veces al revés. Le gusta mucho añadir referencias a textos, como es el caso de Camus en la tercera parte de la trilogía.

Su cine, es un cine de artesano, totalmente solitario. Alejado del cine del espectáculo. Y su proceso creativo es por ende, similar al arte de la pintura, la cual está siempre presente en la mayoría de sus obras.

Y precisamente en esta línea, está por ejemplo el mediometraje Voyage iconographique: Le martyre de Saint-Sébastien (1989) que realizó con «cámara oculta», donde entró a distintos museos en una especie de peregrinaje, a la búsqueda y encuentro de pinturas de Sebastián. O, en Lettre d’un cinéaste à sa fille (2000), un amigo pintor suyo, vino de vez en cuando a hacer pinturas en su jardín, y dichas pinturas las incluyó luego en su mediometraje y le resultaron perfectas para trabajar sobre las cuatro estaciones del año.

Y preguntado por sus referentes cinematográficos actuales o recientes, contestó que Abbas Kiarostami y Aki Kaurismäki.

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Para cerrar el artículo, decir que al conocer a Eric Pauwels en persona, descubres la sinceridad que hay en sus películas. La sensibilidad y poesía en sus films corresponden al de una persona emotiva, sensible y profunda.

Y como cierre anecdótico, al ser preguntado al final de la proyección en l’Alternativa sobre su último film, La deuxième nuit (2016), el cual versa alrededor de la pérdida de su madre -con quién siempre tuvo un gran vínculo-, contestó conteniendo las lágrimas, emocionado, que era una película que no estaba acabada, y que nunca lo estaría.

Como dice una frase narrada por él mismo en dicho film:

«Un cineasta tiene prohibido mentir».

Un cineasta reivindicable.

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