«11 x 14» de James Benning

El director norteamericano James Benning se estrenó en la Berlinale precisamente con este filme en la sección Forum en el año 1977. Desde entonces su presencia en dicha sección ha sido frecuente a lo largo de su filmografía. Transcurridos ya cuarenta años de esa primera proyección, el Arsenal –la filmoteca de Berlín– ha participado en la restauración de la película con mucho cuidado y bajo la implicación y supervisión directa de Benning; y su reposición no podía ser más idílica de lo que ha sido: a escasos metros de dónde ha sido restaurada, en el mismo lugar donde compitió hace cuarenta ediciones, en el seno de esta 68ª edición del Festival. El trabajo se ha realizado a partir de una copia en 16mm, el soporte con el que estuvo trabajando durante toda su carrera, hasta el año 2009, momento en el que la obsolescencia del medio y sus dificultades crecientes le llevaron a pasarse finalmente al digital, siendo Ruhr (2009) su primera obra de estas nuevas características. 11 x 14 se convirtió en una de las películas vanguardistas norteamericanas más elogiadas de su época y en un trabajo de referencia dentro de los filmes experimentales estructuralistas de los años 70.

Resulta admirable lo mucho que logra extraer de aparentemente tan poco: un mosaico de 65 secuencias de un solo plano que ofrecen diferentes paradojas, juegos de palabras o imágenes, en lo que es una anómala y nada tradicional road movie. Se las arregla para crear una estructura narrativa a partir solamente de imágenes, a base de configuraciones que dicen cada una algo por sí mismas y mantienen la película unida a través de elementos recurrentes y de imágenes y secuencias muy hipnóticas. En la década de los 70, directores como James Benning sentaron las bases para una comprensión de las imágenes en las que se construye el cine de autor de hoy en día, al menos en un tipo de cine que se ha distanciado del teatro y la literatura, y se entiende a sí mismo como un arte independiente y una forma narrativa propia. El cine de Benning puede resultar tedioso para quien no esté acostumbrado a este tipo de películas, pero si uno se deja llevar por la obra, la experiencia resulta maravillosa; incluso si uno desconecta por un rato de la misma y se sumerge en sus pensamientos mientras observa las imágenes, ya es un mérito para esta obra artística. Al menos, en esta Berlinale tan floja, supuso uno de los grandes regalos del festival para los que tuvimos la ocasión de verla y disfrutarla en esta nueva copia restaurada. Por desgracia, un servidor se quedó con las ganas de ver su nuevo mediometraje L. Cohen que concursaba en Forum y que no resultó posible de cuadrar en la planificación.

Texto publicado originalmente en El antepenúltimo mohicano (EAM).

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *