«Custodia Compartida» de Xavier Legrand
Me dirigía al pase de ‘Custodia Compartida’ sin muchas expectativas. Conocía la trayectoria que había tenido la película, con sus premios en el Festival de Venecia y en el de San Sebastián, pero al ser un director novel no sabía qué podía esperar. Había escuchado hablar poco sobre ella y la curiosidad había hecho poca mella en mí. El resultado terminó siendo una muy grata sorpresa.
Xavier Legrand nos narra la historia de un matrimonio separado, pero arrancando en el juicio dónde el padre solicita la custodia compartida de sus hijos, obviando un backstory de la relación entre ambos que se irá explorando en su línea argumental. Legrand prefiere moverse en el campo de lo sutil, dejando intuir al espectador, tanto lo que ha ocurrido antes de ese juicio, como las relaciones que se tejen entre los personajes. Sin intención de hacer spoiler sobre el argumento, me limitaré a hablar de los recursos audiovisuales de los que hace uso.
El filme se podría dividir en 3 partes, cada una marcada por un género cinematográfico distinto. La propuesta formal de Legrand arranca con el drama, relegando el peso de la acción a la palabra. Esto se transforma en una secuencia dónde el montaje de Yorgos Lamprinos muestra plano a plano cómo las palabras intercambiadas interpelan a cada uno de los personajes que aparecen a cada corte. Somos testigos de la fuerza de los argumentos de los padres, la agresividad de los abogados y cómo cada personaje queda, más o menos, respaldado en cada acusación a cada cambio de plano. Una magnífica y eficaz demostración de poner en escena de la forma más realista un proceso judicial de ese calibre. A continuación se nos presentan los hijos, acompañados por la cámara, mientras descubrimos con ellos el piso de alquiler que visitan.
Tras esta introducción a la trama y los personajes, empieza la segunda parte. Aquí la cámara queda más en un segundo plano, dando un tratamiento que se acerca más al minimalismo visual (esto no significa tampoco descuidar los encuadres). Legrand construye una potente atmósfera de thriller a través de un seguido de sonidos cotidianos, que según sus propias palabras, componen la «música» de la puesta en escena. Así pues, la banda sonora es la que acaba de encauzar la narración en esta parte. La tensión aumenta con el paso de los minutos, acompañada de una violencia subyugante que se va intensificando y cada vez se hace más perceptible.
Encontramos un cambio en la puesta en escena de este bloque dramático (por denominarlo de alguna forma), y es el cambio formal en una secuencia que rompe con lo establecido hasta entonces. Nos adentramos en una fiesta dónde somos incapaces de oír nada, perdiendo la guía narrativa propuesta en el bloque. Tratado desde una mirada realista, el volumen del DJ es tan alto que no podemos oír cómo los personajes interactúan, y por lo tanto, no sabemos qué ocurre. Y es aquí dónde toma el relevo la cámara, que a través de sus movimientos nos lleva de situación a situación, tendiendo puentes entre los personajes y dejando al espectador hacer la asociación mental del proceso, creando un inteligentísimo contrapunto en la estructura. Hasta que nos saca afuera con uno de los personajes y asistimos a un intenso final de acto.
A oscuras asistimos al tercer y último bloque, dónde toda la tensión que previamente ha sido trabajada a fuego lento, finalmente estalla en forma del más puro terror. Y es que si en la secuencia previa la imagen llevaba el liderazgo, aquí directamente es omitida a través de la abundante oscuridad que nos impide ver nada. La directora de fotografía Nathalie Durand utiliza un muy ingenioso recurso para trabajar la imagen durante la secuencia (que Xavier Legrand nos cuenta en la entrevista); mientras que la violencia del sonido nos sacude y nos hace mordernos las uñas del sufrimiento. Un excelente cierre para una gran película.
En definitiva, Custodia Compartida es una película que puede pasar desapercibida ante nuestras carteleras, pero que debería tener más atención por su brillante guion y dirección. No se la pierdan.