Conclusión: D’A 2018
El 6 de Mayo del 2018 se acabó la octava edición del D’A film festival, uno de los festivales de cine más concurridos de la capital catalana; diez días donde se proyectaron, exactamente, cien films. Treinta y tres dirigidos por mujeres, diecisiete óperas primas locales y numerosas producciones nacionales.
Los días progresaron con la típica intensidad de los festivales, donde el público tiene la oportunidad de zambullirse en la experiencia cinematográfica de última temporada. La línea del D’A film festival no se desmarcó de ediciones anteriores, abogando por películas de autor con recorrido (a petición de la organización, ya que este festival no permite la inscripción en la competición por parte de los cineastas) en el gran panorama internacional (Locarno, Berlín, Cannes), o el más próximo: cincuenta y cinco obras españolas se han estrenado este año, películas que con una altísima probabilidad quedarán invisibles en el espacio industrial de la España actual, cada día más sustraída de la cultura y de las Artes; cada vez más próxima al objeto de mercancía, diseñado para unos espectadores que dejan de contemplar Cine, y pasan a consumir, sin espíritu crítico, de manera frenética.
Un año más, el D’A, ha ofrecido un contrapeso muy razonable a esta problemática actual, consiguiendo largas colas de un público entusiasta.
Village Rockstars, de Rima Das, un hermoso viaje a Chaygaon, India, de la mano de una niña que sueña con una guitarra mientras se hace mayor en su cultura, se ha llevado el premio del jurado Talents este año. Nobuhiro Suwa ha presentado El león duerme esta noche (2017) y en la recóndita Filmoteca del Raval ha proyectado el resto de su filmografía, que mezcla la cultura japonesa con la occidental, partiendo de un punto de vista personal, biográfico y ciertamente erosivo. O Good Time, de los hermanos Safdie, un thriller sensacional que no ha tenido ni tendrá más proyecciones en salas, ya que su distribución se limitará al streaming.
Por otro lado, ha habido cosas como Ana de Día de Andrea Jaurrieta, una porquería muy confusa de excesiva pretenciosidad que ha protagonizado un auténtico horror. O Grimsey, una estafa dentro de un festival que se suponía serio. Esto, más algún que otro título que (por fortuna) no he podido ver y que, según mis compañeros, ha estropeado la imágen general del festival. Sin embargo, películas como Treinta Lumes de Diana Toucedo, ¾ de Ilian Metev, Con el viento de Meritxell Colell, Ava de la iraní Sadaf Foroughi o The Day After de Hang Sang-Soo, han salvado la imagen general del festival.
En definitiva -pasando por alto las incidencias comentadas y otros pormenores-, puede decirse que esta ha sido una buena 8ª edición, por la variedad y por algunos aciertos, como por ejemplo, la apertura del nuevo espacio de jóvenes Sala Jove, liderado por jóvenes, dedicado a un público jóven y con cursos teorícos-prácticos, de la que he podido formar parte como Jove Programador (una experiencia genial) y que ha permitido abrir un poco más las organizaciones tan herméticas y selladas que suelen caracterizar a los festivales de cine que con tanto entusiasmo recibimos cada vez y en los que deberíamos trabajar en todo lo posible para que nunca desaparezcan de la faz de la tierra y que lleguen a más y más ciudadanos.