Festival de Cannes 2018. Quincena de Realizadores (50 Aniversario)
Si el año pasado el Festival de Cannes cumplía 70 años, este 2018 la ciudad de la Costa Azul continúa de celebración, ya que celebra la 50ª edición de la Quincena de Realizadores, una sección del festival donde grandes nombres del cine actual estrenaron sus óperas primas en su momento (y quién sabe si algunos de los nuevos nombres que han pasado por ahí este año, alcancen también esa gloria.)
La Quincena abría con Pájaros de Verano la nueva cinta de Ciro Guerra y Cristina Gallego, que tres años atrás volvieron a elevar a la gloria el cine colombiano con El abrazo de la serpiente (2015).
La película mantiene como eje central una comunidad indígena; en este caso un clan wayúu que en los años 70 se debe enfrentar a una serie de importantes problemas debido a su involucración en el negocio de la marihuana. Con una narrativa meticulosa, que destaca por ese toque de cine documental que ambos realizadores ya nos habían mostrado anteriormente, la película destaca por la filmación de los espacios naturales más que por la trama en sí. Tanto Guerra como Gallego te transportan a La Guajira colombiana sin gran dificultad pero, a nivel personal, quizá la cinta se queda ahí. Puede más ese estilo que nos recuerda vagamente a los documentales y viajes de Herzog que la propia historia en sí. A pesar de ello, uno sale de la sala sintiéndose más que satisfecho y casi hipnotizado por cada plano que nos sitúa en el lugar donde transcurre la acción. Lejos de ser una mala película, vi más interesante el quedarse con eso mismo, la parte más documentalista que con los engranajes de la ficción y es que, al fin y al cabo, cuando uno ve una película ha de ser capaz de desgranarla para quedarse con lo que más le interesa y desechar lo que menos.
Siendo el primer día un momento grande para la Quincena, esa misma tarde se realizó un pase especial de Malas Calles (1973) película estrenada, en su tiempo, por Scorsese en esta misma sección del festival y que, en esta ocasión, contó con un coloquio con el director estadounidense. Ofreciendo sin pudor sus conocimientos y experiencias, el escuchar al realizador de Taxi Driver o The Departed fue casi como asistir a una masterclass sobre cómo rodar un primer largometraje, la importancia del estilo propio y de como aprender a renunciar a lo que a veces, cegado por el propio ego y cariño a un metraje, consideramos mejor para nuestra obra. Siendo bañado por una ola de aplausos al terminar, uno es capaz de salir de la charla con una mayor confianza sobre el trabajo propio, escuchando de primera mano los fallos y errores que -según cuenta Scorsese- ha cometido a lo largo de su larga trayectoria.
Entre eventos y otras proyecciones del festival (de las que ya hablaré en otro artículo), dos días después tuve la suerte de poder asistir al estreno de Petra, la última película del director catalán Jaime Rosales. Habiendo seguido de cerca su trayectoria y viendo como su cine iba cambiando; sobre todo a raíz de Sueño y Silencio (2012), Petra es el resultado de un giro de 360º en cuanto a las marcas de estilo con las que el director nos tenía acostumbrado hasta su cuarto largometraje (Sueño y Silencio). Con un guión que perfectamente podría haber sido escrito por Sófocles o Eurípides, esta tragedia griega contemporánea guiada por una impecable Barbara Lennie me mantuvo dividida desde que terminó el pase hasta el día de hoy. Siendo su primer trabajo con actores tan importantes como la nombrada anteriormente o Marisa Paredes, hay que destacar la dirección de actores que se esconde tras el trabajo de estas, el artista catalán Joan Botey y su ya recurrente Àlex Brendemül. En cuanto a términos formales la película destaca por un abandono completo a los planos fijos por una cámara en movimiento como si de una pluma en el aire se tratase, dándonos la sensación de que existe un narrador externo que actúa como demiurgo en el destino de los personajes. Después de esto, no puedo negar que existen graves problemas de guión y de montaje que quizá, si se hubiese planteado de otra forma, la pieza hubiese terminado por ser completa. En vez de eso, la película acaba resultando pesada, predecible y repetitiva en múltiple de ocasiones. Esto es una auténtica pena pues la premisa es fantástica y como ya he dicho, las actuaciones inmejorables y una propuesta visual realmente interesante.
A continuación llegó mi sorpresa personal del festival y es que The World Is Yours de Romain Gavras, hijo de uno de los grandes cineastas europeos. El estilo de Romáin Gavras se distancia bastante del de su padre Costa y eso no es, para nada, malo. Habiendo surgido del mundo del videoclip y manteniendo el lenguaje de éste en sus primeros largometrajes, parece que con The World is Yours el prometedor director ha dejado de lado su bagaje dentro de la industria del audiovisual musical, adaptándose con total soltura a un clásico lenguaje cinematográfico. No considero que esta sea, ni mucho menos, la mejor película de toda la Quincena. Pero su historia protagonizada por Vincent Cassel nos recuerda a esos antiguos thrillers policiacos con toques de humor negro que en varias ocasiones ayudan a descongestionar el ambiente de la película. Con un manejo totalmente clásico del guión y un estilo aún por definir, recomiendo altamente que se vaya a ver la película en su estreno ya que la considero accesible a todos los gustos cinematográficos que la gente pueda tener y, al fin y al cabo, cumple su función de entretener.
Y llegó el día de Climax, la última obra de Gaspar Noé que se convirtió en la reina de la Quincena (a mi gusto, claro). Sin defraudar y claramente superándose a si mismo, esta cinta que tranquilamente podría categorizarse como un musical, termina llevándonos a lo más oscuro, como siempre, de la naturaleza humana. Protagonizada por un grupo de bailarines en los años 90, Noé rueda las secuencias de baile como si se tratase de un Jacques Demy demoniaco aficionado a la música electrónica y el ambiente rave de la Francia de la época, haciendo que las drogas sean el detonante para un viaje rocambolesco, hipnótico y ritmo de pesadilla que convierten a Clímax en su mejor película hasta la fecha (y esto lo dice alguien que tiene Solo contra todos (1998) en su lista de películas preferidas). Los actores están implacables y por momentos parece más una pieza de videoarte hecha en base a las coreografías más oscuras de Pina Bausch. El artista franco-argentino crea un universo dentro del Eurotrash del que nadie puede apartar la mirada ni por un segundo. Viendo todo lo que pude visionar en el festival, digo abiertamente que ha sido la mejor película a una gran distancia de las demás y no puedo pedir otra cosa que, por favor, Gaspar Noé siga con este nuevo estilo porque parece que lo lleva en las venas.
Mi última película dentro de la Quincena (y la que cerraba la sección este año) fue Carmen y Lola (2017) dirigida por la española Aratxa Echevarría, siendo así la primera mujer española en participar en esta sección. Primer largometraje de la directora, estilísticamente es cierto que no aporta gran cosa con una fotografía sencilla y sin grandes riesgos. Lo bueno de esta película, que narra la historia de amor entre dos adolescentes gitanas, es el carácter documental de lo que cuenta y es que, habiendo hablado con calma con Arantxa, confirmó mis sospechas: no existen actores en la película, todo son gente de los poblados gitanos, con los que pasó más de dos años para ganarse su confianza y así podar rodar la película con una relativa tranquilidad. Carmen y Lola, a pesar de una estética aparentemente bonita y agradable, esconde un guión desgarrador que te advierte desde el principio que todo lo que va a ocurrir no acabará bien. El corazón se te encoge según se acerca el clímax y en los momentos finales de la película no puedes evitar sentirte completamente descorazonada por el futuro de ambas protagonistas.
La experiencia dentro de la Quincena de Realizadores fue más que gratificante y es que, no solo me permitió ver unos estilos cinematográficos muy diferentes, sino que, al mismo tiempo, me ha dado más ánimos para continuar con mi vocación de directora. Me hubiese gustado poder ver más películas dentro de la sección pero como en todo festival, una tiene que organizarse lo mejor que pueda para poder ver todo lo que desea.
Creo que si alguien quiere ir al Festival y no posee acreditación oficial, debería asistir igualmente -en la Quincena puedes adquirir las entradas por 3 euros- ya que esta sección ofrece un cine diferente y, viendo en lo que se ha convertido la Sección Oficial de Cannes, incluso más interesante.