Top del Festival de San Sebastián 2018 – Parte I
La 66 edición del Festival de San Sebastián ha dejado al final un mejor sabor de boca que en la anterior edición. A pesar de contar con unas cuantas películas de calidad cuestionable en la Sección Oficial, en todas las distintas secciones han habido títulos reivindicables y de gran calidad, destacando, como de costumbre, la sección de Perlas, compuesta por películas galardonadas o que han tenido una gran acogida en otros Festivales de Serie A, tales como Venecia, Cannes o Berlin. Aunque este año la gran ausencia ha sido precisamente el Oso de Oro de la anterior edición, cuya entrega a Touch me not creó gran controversia. Ausencia justificada en el Zinemaldia.
Hacer un top es de por si siempre algo muy subjetivo y complicado, más todavía en medio del frenesí de un Festival, donde quien suscribe este artículo pudo ver 39 películas en 9 días, y el cansancio puede juzgar injustamente a ciertos films. Pero a falta de realizar un revisionado de algunas películas, y más bien como excusa para hablar de diez películas que a mi gusto son reivindicables, procedo a realizar el «top 10» del 66 SSIFF:
1. «Girl» de Lukas Dhont
Extraordinaria ópera prima del joven cineasta belga, Lukas Dhont, que se presentó en Un Certain Regard y se alzó con la Caméra d’or en la anterior edición del Festival de Cannes, así como con el Premio FIPRESCI. En el Zinemaldia resultó ganadora del Premio del Público a la Mejor Película Europea. Los premios hacen justicia al talento de esta joven promesa. Girl está dirigida por alguien que tiene las ideas muy claras de lo que quiere contar y ello queda plasmado en la pantalla en cada secuencia, en cada plano. Todos los elementos giran alrededor del mismo tema y a la buena narrativa se le suma el gran manejo de lenguaje cinematográfico, con una gran variedad de recursos empleados de forma notoria y en los que se percibe una gran reflexión detrás.
Sin entrar en tópicos ni estereotipos, Lukas Dhont nos plantea un análisis de la cuestión de género a través del personaje de Lara, de 15 años, una joven que nació siendo niño y que sueña con convertirse en una bailarina. Y en un segundo término, nos hace un retrato de la adolescencia y sus complicaciones. La tensión en la película es palpable y poco a poco te va dejando compungido en la butaca, a medida que conectas con el personaje protagonista tan bien interpretado por Victor Polster. Sensible e íntima, pero a la vez con una fuerza visual arrolladora, manteniendo en todo momento la sobriedad. Es de esas películas que difícilmente te dejan indiferente. Con ganas de seguir los pasos de este cineasta.
2. «Another Day of Life» de Raúl de la Fuente y Damian Nenow
Un día más con vida es una película de animación para adultos basada en un relato autobiográfico de Ryszard Kapuscinski, el célebre reportero polaco, idealista y amigo de las causas perdidas. Se centra en su viaje y presencia en Angola en 1975, el último campo de batalla de la Guerra Fría; un lugar donde el saludo equivocado entre una facción u otra puede costarte la vida. El país africano y las personas que conoce en su aventura, como la carismática guerrillera Carlota, lo cambiaron para siempre, así como las terribles consecuencias de esta descolonización: una guerra civil que asoló la región hasta hace pocos años. El filme se centra en su debate interno sobre la ética profesional como periodista y lo que puede conllevar seguirla en según que circunstancias. ¿Cuál es el papel de un periodista en un conflicto armado?
El filme combina la animación con imágenes documentales reales de los personajes animados, y logra con ello generar todavía más empatía con los personajes. La animación empleada es a su vez muy hipnótica, a partir de rotoscopia, con unos trazados que te llevan del realismo a momentos oníricos en los que el mundo se descompone y que son de un gran poderío visual. Combinación narrativa efectiva de momentos de acción y momentos reflexivos, para reflejar lo vivido por Kapuscinski. Coproducción polaco-española, dirigida por Raúl de la Fuente y Damian Nenow, y que se alzó con el Premio del Público en el Festival de San Sebastián.
3. «Petra» de Jaime Rosales
Petra no sabe quién es su padre, se lo han ocultado a lo largo de su vida. Tras la muerte de su madre inicia una búsqueda que le conduce a Jaume, un célebre artista plástico poderoso y despiadado. En su camino por conocer la verdad, Petra también entra en contacto con Lucas, hijo de Jaume, y Marisa, esposa de Jaume y madre de Lucas. A partir de ese momento, la historia de estos personajes se va entretejiendo en una espiral de maldad, secretos familiares y violencia que los lleva a todos al límite. Cuenta Jaime Rosales que el punto de partida fue la imagen de una chica que, a la muerte de su madre, comienza la búsqueda de su progenitor cuyo nombre siempre se le había ocultado, y que sobre esta anécdota, buscó inspiración en las grandes tragedias clásicas, y, prescindiendo de toda vergüenza y restricción, quiso forzar el desarrollo de la acción hasta los límites más extremos.
Petra que fue presentada en la Quincena de Realizadores de Cannes y formó parte de la Sección Perlas en el Zinemaldia, es una de las propuestas cinematográficas más sólidas de Jaime Rosales, cuya mayor particularidad es el uso de una estructura por capítulos divididos de forma desordenada, y que incluyen a su vez un rótulo con unas palabras que brindan al espectador una información o, en otros casos la oculta, y que contribuyen a crear en la narrativa un suspense o sorpresas, una vez el espectador va hilando todos los hilos y reinterpretando las situaciones vistas previamente a partir de dicha información. El resultado termina siendo una elaborada estructura que logra que te interese lo que está contando y como lo está contando. Rosales vuelve a mostrar una forma original de hacer cine y reflexionar sobre el arte, a partir de una mirada propia.
«El cine busca la verdad a través de la emoción y de la intuición. No hay belleza sin verdad.»
4. «Un asunto de familia» de Hirokazu Koreeda
Flamante Palma de Oro en el anterior Festival de Cannes, y una de las películas más esperadas del Festival de San Sebastián, donde el director nipón lleva asistiendo ya casi de forma anual desde hace tiempo y donde fue galardonado en esta edición con el Premio Donostia. La historia del filme es la que sigue. Después de uno de sus habituales hurtos, Osamu y su hijo encuentran a una niña en la calle aterida de frío. Al principio, la esposa de Osamu no quiere que se quede con ellos, pero acaba apiadándose de ella. A pesar de sobrevivir con dificultades gracias a pequeños robos, la familia es feliz, hasta que un incidente imprevisto revela un secreto que pone a prueba los lazos que les unen.
Tras su aventura en el género en su anterior filme El tercer asesinato, Hirokazu Koreeda regresa al terreno en el que se desenvuelve con más soltura: el drama familiar. Y lo hace con su habitual ternura y sensibilidad pero combinado con toque perturbador, para contar una historia muy cruda de una familia peculiar, sin entrar a detallar más. El director nipón se reafirma una vez más como uno de los autores más importantes de nuestro tiempo, con una mirada inteligente y humanista que enseña al espectador a mirar de forma distinta la vida, y le invita a reflexionar sobre el eterno dilema sobre el bien y el mal. Genial reparto e interpretaciones de cada uno de los actores. Seguramente una de las películas más completas y mejor filmadas del Festival, donde el talento de Koreeda logra destacar una vez más muy por encima de la media.
5. «Cold War» de Pawel Pawlikowski
Tras alzarse con el Oscar a la Mejor Película de habla no inglesa con Ida, el director polaco Pawel Pawlikowski presentó en Cannes Cold War, con la que logró alzarse con el Premio a la Mejor Dirección. Con la Guerra Fría como telón de fondo, la película narra una apasionada historia de amor entre dos personas de diferente origen y temperamento que son totalmente incompatibles, pero cuyo destino les condena a estar juntos. A caballo entre Polonia, Berlín, Yugoslavia y París, Cold War presenta una historia de amor imposible en tiempos complicados.
Repitiendo con el Director de Fotografía Lukasz Zal, y con un pulcro blanco y negro, la película vuelve a ser un ejercicio de estilo y elegancia en 4:3, que destila poesía y arte en la composición de cada uno de los fotogramas meticulosamente meditados. El trabajo de iluminación es magnifico, y combina a la perfección con el humo, el jazz y la profundidad de campo, creando una atmósfera hipnótica, y siendo un regalo para los sentidos. Una película que no solo nos traslada narrativamente al pasado, sino también cinematográficamente, rememorando la grandeza del cine clásico y sus cualidades formales. Imprescindible verla en el cine.
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