Top del Festival de San Sebastián 2018 – Parte II
[Continuación del top 10 del Festival de San Sebastián 2018.]
6. «Le Livre d’image» de Jean-Luc Godard
Jean-Luc Godard sigue siendo el mismo genio de siempre a sus casi 90 años. Le Livre d’image es tan incatalogable como la mayoría de sus obras recientes, y con esta nueva película logró incluso que el Festival de Cannes creara un nuevo premio específico para él: una Palma de Oro Especial. En el Zinemaldia fue programada en la Sección de Zabaltegi-Tabakalera, la sección más experimental del Festival que da cabida al cine que busca nuevas miradas y formas, una auténtica zona abierta y de riesgo. La película repite una vez más el estilo de sus Histoire[s] du cinéma, siendo su peculiar sinopsis la que sigue: «Nada excepto silencio. Nada excepto una canción revolucionaria. Una historia en cinco capítulos, como los cinco dedos de una mano.»
A pesar de ser muy críptica y de requerir de bastantes visionados para ir desgranando las múltiples reflexiones e ideas que presenta Godard en este ensayo fílmico, es a su vez una de las películas más accesibles del director franco-suizo en las últimas décadas y muy entretenida a su manera, sin perder nunca su lado provocador. El filme se nutre de una gran cantidad de fragmentos de películas, de obras pictóricas, de citas célebres y de la propia narración hipnótica de Godard, -que al final del film parece empezar a pronosticar su propio fin empezando a toser-, para invitarnos a reflexionar a partir de un gran compendio de imágenes sobre lo que es y ha sido el cine, en un desconcertante ejercicio fílmico en descomposición, y desgranar a su vez la relación de Europa con el mundo árabe. El desenlace es sublime. La sabiduría de un octogenario con la vitalidad y actitud revolucionaria de un veinteañero.
7. «Pájaros de verano» de Ciro Guerra y Cristina Gallego
Tras el gran éxito cosechado con El abrazo de la serpiente, Ciro Guerra, junto a Cristina Gallego, regresa al color con Pájaros de verano y a otra historia relacionada con los indígenas. Basada en una historia real que explica el origen del narcotráfico en Colombia, la película se sitúa en los años 70 cuando la juventud norteamericana abraza la cultura hippie y con ella, la marihuana. Esto provoca que los agricultores de la zona se conviertan en ‘empresarios’ a un ritmo veloz. En el desierto de Guajira, una familia indígena Wayuu se ve obligada a asumir un rol de liderazgo en esta nueva empresa. La riqueza y el poder se combinan con una guerra fratricida que pondrá en grave peligro su familia, sus vidas y sus tradiciones ancestrales.
Con un claro mensaje anticapitalista subyacente, Ciro Guerra aprovecha para hacer una disección del capitalismo y de sus consecuencias, mostrando como el dinero puede lograr corromper incluso a las tribus indígenas con un fuerte arraigo en sus tradiciones ancestrales, y hacer que sus descendientes se desvinculen de las mismas y con ello que se terminen perdiendo de forma progresiva. Ciro Guerra vuelve a confirmar su talento en un film poético y desgarrador, profundo e inteligente, intentando conectar con la consciencia del espectador. Lo que podría ser una película más sobre el narcotrafico, logra alcanzar una mayor dimensión gracias a lo que interesa verdaderamente a sus creadores: la profundización en las costumbres y tradiciones de los wayuus, en un mundo que complica cada vez más su supervivencia.
8. «El reino» de Rodrigo Sorogoyen
Manuel, un influyente vicesecretario autonómico que lo tiene todo a favor para dar el salto a la política nacional, observa cómo su perfecta vida se desmorona a partir de unas filtraciones que le implican en una trama de corrupción junto a Paco, uno de sus mejores amigos. Mientras los medios de comunicación empiezan a hacerse eco de las dimensiones del escándalo, el partido cierra filas y únicamente Paco sale indemne. Manuel es expulsado del reino, señalado por la opinión pública y traicionado por los que, hasta hace unas horas, eran sus amigos. Aunque el partido pretende que él cargue con toda la responsabilidad, Manuel no se resigna a caer solo. Con el único apoyo de su mujer y de su hija, y atrapado en una espiral de supervivencia, Manuel se verá obligado a luchar contra una maquinaria de corrupción que lleva años engrasada y contra un sistema de partidos en el que los reyes caen, pero los reinos continúan.
Rodrigo Sorogoyen vuelve a demostrar su talento en este frenético filme alrededor de la corrupción en España, donde de forma inteligente no ha querido señalar con el dedo a un partido político concreto, aunque no es difícil identificar al partido que ha servido de inspiración casi al completo. El guión, co-escrito junto a Isabel Peña, es una maravilla a nivel de estructura y construcción de personajes, y logra una narración muy precisa que funciona a la perfección. Y a ello se le suma una gran dirección por parte de Sorogoyen, donde de forma inteligente ha elegido filmar de una forma muy agitada e incómoda, para transmitir esta sensación al espectador debido al tema que está tratando. Cabe destacar también el gran trabajo actoral y cómo ha sabido aprovechar a cada uno de los actores del grandioso reparto. Muchos momentos memorables, ritmo frenético a partir de una música electrónica que funciona a la perfección in crescendo, El Reino es una demoledora crítica a la política corrupta que olvida su principal razón de ser: servir a la ciudadanía con honestidad.
9. «3 caras» de Jafar Panahi
La nueva película del célebre director iraní, confinado en su país, se presentó en la Sección de Perlas, tras alzarse con el Premio al Mejor Guión en el Festival de Cannes. La historia es la que sigue. Una famosa actriz iraní recibe el vídeo inquietante de una joven pidiendo su ayuda para escapar de su familia conservadora. Entonces pide a su amigo, el propio director de cine Jafar Panahi, que le ayude a entender si se trata de una manipulación. Juntos, emprenden camino hacia la aldea de la chica en las remotas montañas del Noroeste, donde las tradiciones ancestrales continúan rigiendo la vida local.
Con cierta esencia del universo y espíritu de Abbas Kiarostami, Jafar Panahi crea en «Three Faces» una relación entre tres generaciones de actrices iraníes, que evocan a su modo el pasado, el presente y el futuro del cine iraní. Con gran maestría, logra generar un gran interés con una poderosa escena inicial, y jugar a partir de esa premisa para construir una ficción de gran sencillez que le sirve para retratar un pueblo del Irán profundo que mantiene todavía sus antiguas tradiciones, y de la relación que tiene el cine y la televisión con la gente. Incluso con la gente que parece estar más desconectada y olvidada del país, en lugares recónditos, donde no obstante la televisión les conecta -para lo bueno y para lo malo-. Jafar Panahi se muestra a sí mismo una vez más como sujeto fílmico en otra de sus ingeniosas meditaciones cinematográficas.
10. «Nuestro tiempo» de Carlos Reygadas
En una ganadería de toros bravos en el campo sobrio de Tlaxcala vive una bella familia cosmopolita; en cada rincón de este planeta se siente agonizar el mundo viejo, aunque los niños, las visitas frecuentes y la tecnología de la comunicación contraponen con modernidad la existencia diaria. Esther lleva el rancho con poder y gracia; Juan, un poeta reconocido a nivel mundial, cría y selecciona los animales. Cuando Esther se enamora de un adiestrador de caballos llamado Phil, la pareja lucha por superar la crisis emocional; Juan parece incapaz de cumplir las expectativas que de sí mismo tiene. El experimental cineasta mexicano Carlos Reygades compitió con su nuevo filme Nuestro tiempo en la Mostra del Festival de Venecia, y en el Zinemaldia en la Sección de Horizontes Latinos.
Sin pudor alguno, Carlos Reygades retrata en su nueva película su propia relación con su mujer y su familia, donde hacen ellos mismos de intérpretes, en un relato intimista en el cual invita al espectador a sentirse como un intruso y a compartir con él reflexiones alrededor del amor, en una disección sobre la complejidad del sentimiento amoroso. Lo que podría parecer un ejercicio de autoterapia -que seguramente lo es-, se transforma en un potente ejercicio cinematográfico introspectivo, de gran lirismo visual donde la naturaleza es otro protagonista más filmada en un gran formato panorámico, y donde la gran sensibilidad de Reygades dota a este psicodrama en primera persona de momentos de gran belleza.