Boris Lehman en Barcelona

Texto escrito por: Heleni Smuha y Camille Fabbro

Boris Lehman, el cineasta belga de origen judío viajó a Barcelona este més de Noviembre para asistir a tres proyecciones de sus películas como parte de la 25 edición del festival de cine independiente L’Alternativa, además de dar un seminario y una masterclass en la ECIB.

Nuestra primera impresión de Boris Lehman se formó un domingo por la tarde bajo un sol brillante que iluminaba su notable cabello blanco y sus rasgos de hombre mayor, sufrido. Estamos en el Poble Sec, delante del espacio creativo alternativo ‘Nook’. Boris presentó y proyectó su ficción autobiográfica Babel: Lettre à mes amis restés en Belgique (1983-1990), la primera parte de un proyecto cinematográfico compuesto por siete episodios. Pronto descubrimos que su apariencia se contrapone con su comportamiento introvertido.  Con una cámara en el cuello, introduce la muestra explicando que este evento no se trata de una proyección, sino de una experiencia que vamos a vivir colectivamente durante las próximos 8 horas y media. “Esta noche es una performance”. Los espectadores tienen su papel: dar su tiempo, relajarse y aceptar la temporalidad de la película.

Boris Lehman proyectando «Babel. Lettre à mes amis restés en Belgique» (1991) en Nook. 11 de noviembre de 2018

Tanto la pequeña sala, como la cantidad de personas asistentes – no más de 15 – contribuyen a conformar esta atmósfera íntima de aquella tarde y noche. Lehman también nos explica que se encargará él mismo de la proyección – como lo suele hacer en los estrenos de sus obras – en 16mm, con las bobinas que trajó de su taller en Bruselas. Cada 40 minutos va cambiando la bobina y orgullosamente cuenta que quedan pocos cineastas que sigan utilizando estos medios, dando como ejemplo a Jonas Mekas.

Un cine en primera persona

Otro punto que Lehman tiene en común con el cineasta lituano-estadounidense es hacer un cine artesanal y en primera persona. El cineasta es el narrador y utiliza una voz en off dirigiéndose al espectador. La frontera entre la ficción y el documental es borrosa en su cine. Esa ambigüedad está reflejada en su declaración de que en sus películas “no hay actores, cada uno actúa su propio rol”. En su seminario, explicó que se puso en escena a sí mismo, construyendo un personaje que no es exactamente el “verdadero Boris” sino un “Boris idealizado”. Por lo tanto, sus películas – que se pueden describir como diarios visuales estructurados – no tienen ni un comienzo ni un final claro. Desde luego, comparte muchas características del cine de aficionado o amateur. Sus películas y su vida cuentan con los mismos personajes: sus amigos, que llama “la familia que construí a través del cine”. En el seminario explicó que incluso cuando graba a otros, es como un espejo, porque él es “la suma de todo lo que recibí de otros”, tanto en objetos, como a nivel emocional y relacional.

Proyección de «Babel. Lettre à mes amis restés en Belgique» (1991) en Nook. 11 de noviembre de 2018

El hecho de rodar tan regularmente revela el carácter terapéutico de su cine. “Rodar me permetía poder existir” afirmó el director después del estreno de la última parte de Babel: Funérailles: De l’art de mourir (2016). El cine es como un psicoanálisis personal, lo que le ayuda a conocer al Otro y a sí mismo. En la entrevista que Boris hizo con la ECIB, confesó que utiliza(ba) la cámara como pretexto para acercarse a la gente. Explicó que siendo una persona tímida, hacer películas le ayudó a vivir con este rasgo a menudo limitador. En efecto, nunca vemos a Lehman en grandes grupos de personas, parece estar más confortable en conversaciones de uno a uno. Incluso en sus rodajes, suele trabajar con equipos de dos o tres personas, aunque esto tiene algo que ver también con las pobres subvenciones que recibe. Como hombre humilde, Lehman no pretende tener todas las respuestas. Es más un hombre de preguntas que de explicaciones. Durante su seminario y charlas después de los estrenos de sus películas en Barcelona, rechazó varias veces las preguntas que el público le hacía cuando no sabía que responder, incluso retornando la pregunta para hacérsela al espectador.

Un cine del azar, donde el tiempo es fundamental

En el seminario, Lehman rehusa dar recetas o teorías para crear películas. Su consejo consiste en dirigirse hacia un cine intuitivo: debemos sentir lo que tenemos que crear, escuchar nuestros impulsos. Su forma propia es rodar su vida cotidiana dando poca importancia al guion y la puesta en escena: por eso, muchas veces, el espectador puede pensar que nada fue premeditado. Este cineasta deja mucho espacio a lo imprevisto para capturar fragmentos de la realidad. “Un guion restringe” sostiene en su película Mes Entretiens Filmés (2012), y expresa su necesidad de poder grabar libremente. Un plano o una secuencia le lleva al otro.

Su cine no se agota nunca, al contrario, se regenera constantemente. El proceso de creación de películas le parece ser más importante que el producto final. Es decir, graba sin saber a qué película irán destinadas las imágenes. Al mirar su material grabado decide que grabaciones pueden juntarse para crear una estructura de montaje y transformarse en una película. Admite que “una película no [le] interesa si ya sabe de antemano qué pasará en la película […] es el tiempo que ha construido mi cine”.

El tema del tiempo es omnipresente en su cine. Incluye muchas escenas en “tiempo real” – también denominado “tiempo subjetivo” por el director –, lo que se opone a los frecuentes cortes en el cine Hollywoodense. Es una decisión técnico-estética atípica en el cine clásico pero parece ser bastante popular en el cine independiente belga. Pensamos por ejemplo en las largas secuencias en tiempo real que invaden el cine de Chantal Akerman. Las reflexiones que aparecen en su cine demuestran la importancia que da a la noción del Tiempo. Declara que “siempre llega tarde” cuando quiere grabar algo, porque cuando graba, captura algo que ya no está; todo desaparece en un instante. Esto explica parcialmente porque las películas del director suelen ser tan largas.

Sus obras cinematográficas son como escuchar música, después de unos minutos, nos acostumbramos y las imágenes acaban embarcándonos. “Es un cinema de la espera, de la paciencia, más que un cinema de la preparación”. Podemos interpretar sus películas como partituras musicales: hay que esperar y valorar los momentos culminantes.

Lehman y su cine: Metaficción, Ambigüedad y Esquizofrenia

Babel: Lettre à mes amis restés en Belgique está llena de metáforas, humor y reflexiones, tanto explícitas, en la casi omnipresente voz en off, como mediante metáforas visuales. A menudo se tratan de reflexiones meta-cinematográficas, donde reflexiona sobre la naturaleza del cine. En particular, el proceso de creación de Babel es un tema importante en la película. En una de las primeras secuencias, vemos a Boris optimista que se compra un cuaderno, narrando que “una película siempre empieza por comprarse un cuaderno”. Esa frase revela que sus obras no están completamente improvisadas.

En la puesta en abismo a la que remite Babel, encontramos también a Boris como persona. Nunca está muy claro cuando está actuando y cuando es el verdadero Boris Lehman. Constatamos que Boris está el conjunto de su obra cinematográfico y viceversa. Durante su seminario, confesó que él mismo ni siquiera puede hacer la diferencia, lo que puede verse, en cierto modo como esquizofrenia. Lehman confiesa que “toda su vida se transformó en una ficción”, “en el guion de una pelīcula”. La frontera entre sus películas y su vida acabó desapareciendo. Por lo tanto, la frontera entre Boris Lehman como persona y su cine también es turbia. Paradójicamente, su propio personaje en sus obras de ficción se ha convertido en su “identidad real”, porque ellas son las cosas que permanecerán como recuerdo de su ser.

Proyección de «Babel. Lettre à mes amis restés en Belgique» (1991) en Nook. 11 de noviembre de 2018

El carácter ambiguo alrededor de su persona y de su cine es omnipresente y comentado explícitamente en sus películas. Por ejemplo, la voz en off en Babel incluye algunas reflexiones contradictorias. Al comienzo de la película, Boris sostiene: “no haré esta película” o más adelante, explica que “la pregunta ya no es cómo hacer la película, sino cómo hay que terminarla”, seguido por la afirmación de que “la película es interminable.”

Metafóricamente, el seminario acabó reflejando los diálogos de sus películas: habla al público de la misma manera que habla frente a una cámara. Su postura y su persona aparecen igual. A lo largo del seminario, había varios momentos de silencio, parecidos a los que invaden sus obras cinematográficas. Otra semblanza, fue la del público del seminario que participaron abiertamente. Por consiguiente, tuvieron un papel imprescindible en el desarrollo del seminario, al igual que lo hacen los personajes de sus películas o los propios espectadores.

Leitmotiv de la identidad y del viaje

En la primera parte de Babel, Lehman -como protagonista- prepara un viaje a México. La ciudad de Bruselas  tiene también un rol protagonista. La ciudad está representada como un lugar de transbordo, donde sus habitantes se estacionan por un rato pero nunca se quedan: el deseo de viajar se repite constantemente a lo largo de la película, y se hace incluso contagioso para el espectador.

Babel es una película que se centra en la investigación sobre la identidad: la de Boris Lehman, la de Bruselas, la de Bélgica y la de sus habitantes en la década de los años 80. En A la recherche de ma lieu de naissance (1990), Boris viaja a la ciudad suiza donde nació, Lausanne, en busca de sus raíces. Esta imprescindible investigación identitaria se constituye como el leitmotiv del viaje. En Babel, Boris Lehman es esencialmente un nómada, un itinerante sin objetivo particular, comparable al joven Sal Paradise de Kerouac. No solo la temática y el desarrollo narrativo de la película incorporan el tema del viaje, sino también la experiencia del espectador al adentrarse en Babel. Es decir, apela a una experiencia odiséica.

Para concluir, el cine de Lehman siempre se quedó al margen del cine comercial. Boris nunca tuvo la pretensión de llegar a un público amplio. Tras su última película, Funérailles, decidió tomar distancia con el cine y dedicarse más bien a la fotografía, y sobre todo a la música (el piano).

Nos acordaremos de su paso por Barcelona, por el personaje que es – en todos los sentidos –, su carácter humilde, su chaqueta azul tres tallas demasiado grandes y su sonrisa eterna. Su obra cinematográfica es, en un cierto sentido, un autorretrato sobre el director, por su tamaño y contenido que manifiestan a lo que Lehman dedicó su tiempo durante más de treinta y cinco años de su vida. En fin, Boris Lehman es un poeta que expresa su arte tanto visualmente como verbalmente y musicalmente.

 

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