«El capitán» de Robert Schwentke
Abril de 1945. Últimos momentos de la Segunda Guerra Mundial en territorio alemán. Herold, un joven soldado de apenas 19 años, decide desertar y huye; logra salvar la vida por azares topográficos en el que será el primer episodio en la lucha por su supervivencia. Una supervivencia que adquiere un nuevo significado cuando encuentra un uniforme con rango de capitán, que le permite apropiarse del poder que le concede una simple prenda de ropa con unos galardones.
Esta es la premisa de la que parte el nuevo filme del director alemán Robert Schwentke, que realiza un retorno fílmico a su tierra natal –tras su paso por Hollywood en obras como RED— para aportar su propia mirada al crudo pasado de su país, en un momento histórico definitorio. Y lo hace a través de un personaje muy interesante, que evoluciona de víctima a juez y verdugo — de los que eran de su misma condición—, a una velocidad intrépida; y narrado con un toque de humor negro alemán. Una cruel aunque también subyugante disección de lo que puede suponer el poder descontrolado, ligado paralelamente a una muestra del experimento de Milgram, que realizó Stanley Milgram tres meses después de la ejecución en Israel de Adolf Eichmann, que versa alrededor de la obediencia y la autoridad. Pues Herold, a partir de su farsa, arrastra al resto a acatar sus órdenes, hasta el punto de lograr poner patas arriba la estricta y meticulosa burocracia nazi, y perpetrar así una serie de barbaridades que vulneraba, incluso, el sistema judicial — a priori— de dicho régimen.
La propuesta formal del largometraje es muy acertada: filmada en un exquisito blanco y negro de corte clásico, con una gran dirección de fotografía por parte de Florian Ballhaus (hijo del prestigioso y recién fallecido Michael Ballhaus), que nos traslada a dicha época, a la que es fácil asociar automáticamente a una gama de grises, debido a los archivos históricos. Está grabada con buen gusto y con un apreciable planteamiento estilístico detrás, que dota al filme de vida propia, con una serie de fotogramas que encuentran hueco en la retina. Es notoria la influencia de ficciones de los años 70 de la Segunda Guerra Mundial; aunque también hay algún que otro guiño cinéfilo a filmes de registros muy distintos, como es el caso de El señor de los anillos: La comunidad del anillo en una de las escenas iniciales. Detalles que van conformando un filme que va subiendo el nivel de recreación de la violencia de forma notoria. Las imágenes no llegan a ser nunca morbosas de forma gratuita, sino que son más bien sugerentes o te muestran la crueldad desde cierta distancia; una forma elegante de aproximarse a las últimas horas del universo nazi. Quizá por ello impactan los créditos finales cuando aparecen con ese intenso color rojo, que evocan a la sangre que no hemos visto anteriormente en su gama cromática original, pero que no ha dejado de brotar por doquier por donde ha pasado el protagonista. De este modo, Der Hauptmann se erige como un retrato único sobre uno de los episodios más cruentos del siglo XX y una interesante y paradójica mirada sobre el fanatismo cuyo eco sigue perenne en el presente. Alles gut…