Damsel: Un Western desmitificado
A inicios de Marzo tuvo lugar el Festival de Cine Independiente Norteamericano de Barcelona. Americana, una semana repleta de cine independiente norte-americano que se desarrolló en Cinemes Girona, Zumzeig, Phenomena y Filmoteca de Catalunya.
Tras la sesión de inauguración, asistimos a Damsel (2018) de los hermanos Zellner; el documental Monrovia, Indiana (Frederick Wiseman, 2018), la fantástica Her Smell (Alex Ross Perry, 2018), y la clausura musical Blaze (Ethan Hawke, 2018). Aunque Her Smell me dejó una profunda impresión, y Wiseman afirmó su maestría en el documental observacional con Monrovia, Indiana, fue Damsel la nueva película de David y Nathan Zellner, a cuya obra el festival dedicó una retrospectiva, la que más pudo satisfacer mi hambre cinematográfico.
El martes 6 de marzo, los hermanos presentaron su nueva película en persona en la Filmoteca, obra que co-escribieron, dirigieron y produjeron. Introdujeron el estreno con un breve aviso sobre que no íbamos a ver un Western tradicional, así que nos podemos relajar y dejar llevar por la mezcla de comedia y melancolía. Tan humildes como son, expresaron su agradecimiento por poder estar en Barcelona por primera vez y aseguraron la gran influencia que tuvo el cine europeo en sus películas, distanciándose del americanocentrismo de muchxs directorxs estadounidense.
La influencia del absurdo
Como en la mayoría de los Western tradicionales, la película tiene la trama básica de un vaquero heroico que pretende salvar a un personaje femenino de algunos villanos. No obstante, en Damsel, los Zellner utilizan esta narrativa pero manipulándola hasta distorsionar las expectativas que conllevan este género cinematográfico.
La película se abre con un guiño al teatro del absurdo, un estilo dramático que surgió en Europa después de la Segunda Guerra Mundial. La secuencia inicial de Damsel tiene mucho en común con la escena final de la obra dramática Esperando a Godot de Samuel Beckett: dos hombres esperan un carro en un entorno minimalista — el desierto — que nunca llega. La conversación entre los vaqueros desborda de palabras vacías. El mayor de los dos quiere migrar al Este tras las vida difícil en el ‘Salvaje Oeste’, mientras que el joven exprime su deseo de ir en dirección Oeste. Sin embargo, no les parece nada extraño que estén esperando el mismo carro.
El diálogo es tan inútil como ingenioso a la vez y es acompañado de sonidos oníricos, reforzando así su carácter absurdo. La secuencia acaba con el viejo que se desnuda y se marcha hacia el vacío desértico en una dirección arbitraria, grabado en un plano frontal simétrico desde de una roca esculpida en forma de útero. Esta decisión estética es introductoria al poder femenino que se presenta más tarde en la película. La representación personificada de la antigua y nueva generación de vaqueros con esos dos personajes se puede interpretar como un índice sutil del nuevo tratamiento del Western que adoptan los directores, donde los elementos tradicionales del género son caricaturizados o deconstruidos, y remplazados con un realismo humorístico.
El personaje principal, Samuel Alabaster — interpretado maravillosamente por Robert Pattinson — es introducido con su llegada a tierra con un pequeño bote de remos, acompañado de un poni miniatura llamado Butterscotch. A parte de la extraña e humorística aparición del poni al lado de — lo que a primera vista parece ser — un típico vaquero en una bahía abandonado, la secuencia se nutre de toques absurdos en dos aspectos más.
Uno, el barco es demasiado pequeño para que el poni (Butterscotch) pudiera haber cabido. El espectador se queda, pues, con la pregunta cómo diablos ha llegado ahí. Además de esto, en los Westerns tradicionales, los caballos suelen ser altos, fuertes y hermosos, simbolizando el poder de sus amos. Butterscotch, pues, ridiculiza a Sam, quitándole cualquier aspecto de autoridad o poder. Más tarde descubrimos que es una dote para Penélope, la mujer con quien pretende casarse. La anticipación de la ausencia de un caballo se puede interpretar, entonces, como una castración.
En segundo lugar, los directores llevan al extremo la ubicación geografía de los Westerns al presentar a Sam aterrizando en el océano Pacífico, un toque demasiado Oeste. El surrealismo humorístico es reforzado por el ámbito onírico que se crea con planos sobrepuestos de mar y neblina. Este es el primero de los muchos efectos brechtianos¹ de la película, que encontramos tanto en los recursos formales — como los abundantes fundidos en la transición de planos y los rápidos cambios de focos en una misma un mismo plano fijo — como en la trama misma, apoyado por los hilarantes acontecimientos surrealistas que invaden la película. Asimismo, en la secuencia del bar, varios hombres miden la nuez de Adan, el protagonista. Otro ejemplo es la presentación del personaje del reverendo (Henry) — interpretado por David Zellner, el hermano mayor de los directores — en un plano picado de un borracho desmayado en la arena rodeado de cangrejos. Por suerte, Samuel solo lo necesita para formalizar la ceremonia de matrimonio en cuanto encuentra a Penélope, su gran amor.
La presencia de animales también estimulan el carácter absurdo de Damsel. En algún punto aparece un gallo denominado Dulce de Leche, enjaulado y colocado encima de Butterscotch, un perro y un gato amenazante, planos detalles de hormigas arrastrando — una referencia al surrealismo de Buñuel — y un aldeano (Landon Weeks) que sufre de Phocomelia, con unas manos parecidas a las patas de cerdo. Con las que toca el piano. Sí. Exacto.
Otro elemento que refuerza el carácter cómico en la película es la música. A parte de la divertísima intervención de Samuel con Honeybun² — una canción que escribió para Penélope — los ritmos animados de la banda ‘The Octopus Project’ y un hombre que canta yodel durante una ejecución por ahorcamiento tiene un efecto similar. Tampoco puede faltar la mención de la escena musical en la que los dos protagonistas, Sam y Penélope (Mia Wasikowska), aparecen por primera vez juntxs en un mismo plano. Bailan jubilosamente el ritmo de una canción folk, llevando trajes tradicionales de campesinos, y terminan mirando a cámara con una gran sonrisa. El plano frontal evoca la presentación de personajes en los créditos de una mala telenovela. Evidentemente, la mirada directa tanto como el humor de la escena producen distanciamiento.
Cabe mencionar que la fotografía, espectacular de Adam Stone— determinado por hermosos planos generales y la abundancia de planos americanos (cómo no) simétricos — es muy lograda.
Un Western feminista
Como ya fue mencionado, la película cumple con muchos elementos de los Westerns tradicionales: un secuestro, vaqueros, indios, violencia, el desierto y los tonos marrones en la arquitectura, la naturaleza y el vestuario. La banda sonora, con muchos instrumentos de cuerda de The Octopus Project, también coincide con la música asociada con el Viejo Oeste. Sin embargo, los Zellner entran en un juego constante con el espectador al distorsionar sus expectativas.
El elemento que más puede defraudar a los fans del Western en Damsel, es sin duda el tratamiento subversivo de los roles de género tradicionales. Mientras que el género cinematográfico habitualmente representa a sus personajes masculinos como fuertes, valientes, serenos y heroicos, en Damsel están lejos de cumplir con esos requisitos.
Aunque físicamente Samuel tiene todos los rasgos del prototípico vaquero — un rifle, las altas botas de cuero, el típico sombrero y el acento meridional — los directores sorprenden al espectador al convertir al protagonista en un hombre torpe, ingenuo, cobarde y fuera de forma, todo menos macho. Su ridícula sonrisa revela su diente dorado que le da una apariencia entre retrasado y tierno. Cuando alguien en el bar comenta su manera “femenina” de beber whisky preguntando si es un “pussy”, Sam ingenuamente responde que “su barriga lo es de vez en cuando”.
Tan encantador como parece en la primera parte de la película, llegamos a saber que su misión no es tan inocente. El detonante de su aventura nace de su intención de salvar a la supuestamente secuestrada Penélope, la mujer a quien quiere pedir matrimonio. Sin embargo, sale a luz que Penélope vive tranquilamente con su gran amor, Anton Cornell (Gabe Casdorph). Cuando los ‘héroes’ regresan a su hogar después de un viaje por las montañas, los Zellner proponen constantes giros que nos sorprenden uno tras otro. Henry accidentalmente dispara y asesina a Anton mientras que éste está meando en su jardín. Penélope sale de casa, desolada, para encontrar a Samuel de rodillas y furiosamente le golpea. El espectador, tan sorprendido como Samuel, percibe que ha sido manipulado por su mirada subjetiva. Penélope nunca tuvo ningún interés por él. El espectador se da cuenta que la escena musical era una pista falsa: se trataba de una fantasía de Sam. Los directores, pues, utilizan una gran variedad de recursos alienadores para crear una línea borrosa entre la realidad y la ficción.
Con la misión fracasada, los directores evocan el fenómeno violento del acoso a las mujeres, y aseguran su posición feminista al castigar a Sam con su muerte, y transformando a Penélope en la protagonista de la película. La muerte de Sam desafía las expectativas del espectador sobre que el protagonista llegue hasta el final. A posteriori, uno se da cuenta de que los directores ya habían dado un indicio de su muerte al inicio de la película: cuando entra al pueblo, la posición su rifle y guitarra en su espalda se puede interpretar como el cruz de Cristo.
La similitud de los protagonistas masculinos con el duo más famoso de Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha y Sancho Panza, es notable. Tanto Sam como el Quijote viven en un mundo imaginario construido por ellos mismo, donde inventan dramas — que no existen en la realidad — y se sienten llamados a embarcarse en aventuras donde luchan contra amenazas inexistentes. La borrosa línea entre lo real y lo ficcional, entonces, existe en un doble plano. No solo está en la forma de presentación de la narrativa, sino también en la psicología de los personajes; una sutil puesta en abismo. Henry, el acompañante de Samuel, tiene mucho en común con Sancho Panza. Ambos intentan hacerle entrar en la razón a sus jefes y podrían describirse con la frase “codicioso pero amable, fiel pero cobarde”. Ambas obras también desmitifican el género artístico al que pertenecen — la novela caballeresca y las películas vaqueras — en su tratamiento. Los Zellner, pues, no mintieron cuándo aseguraron la influencia de las narrativas europeas en su cinematografía.
Las características de Henry tampoco cumplen con los rasgos considerados ‘varoniles’ en nuestra sociedad: llevar un rifle le da escalofríos, y propaga la paz cuando otros personajes se muestran violentos. Cuando Penélope hace explotar una casa, Parson grita con una voz aguda, mientras que Penélope se queda quieta.
El único personaje masculino que tiene un comportamiento macho que típicamente tienen los vaqueros es su supuesto enemigo: un Nativo americano llamado Zachariah Running Bear (Joseph Billingiere). Sin embargo, el personaje tiene otro elemento que provoca distanciamiento: habla con un acento americano moderno. El espectador crítico, pues, reflexiona sobre la forzada apropiación cultural y la desaparición de la cultura indígena en América por parte de los ingleses colonizadores. La película demuestra una actitud postcolonial menos sutil cuando Henry afirma que “técnicamente”, el Oeste es de los indios, criticando así directamente a los vaqueros.
En su representación del género femenino, los directores siguen deconstruyendo estereotipos. Mientras que los personajes masculinos personifican héroes fracasados, la protagonista femenina representa todo lo contrario. Penélope es una mujer inteligente, habilidosa y culta que monta un caballo alto y sabe construir bombas de dinamita. No es muy habladora, lo que va en contra del estereotipo de las mujeres hoy en dia, y la imagen más memorable de ella es el plano en el que fuma una pipa con las piernas bien abiertas. En fin, tiene toda la credibilidad cuando asegura que “no necesita ser rescatada por nadie”.
No es una coincidencia que los guionistas le denominaron Penélope. Al percatarse de la odisea de Samuel, el nombre es una alusión directa al personaje femenino con el mismo nombre de La Odisea de Homero. Como era de esperar, los directores norteamericanos utilizan su simbología de manera torcida. Mientras que en La Odisea, Penélope representa la mujer fiel y pasiva que sacrifica su vida sexual al esperar 20 (!) años a su esposo, el personaje de Mia Wasikowska encarna todo lo contrario. Cuando muere su gran amor, se muestra fuerte, firme y determinada para seguir a pesar de su tristeza. Del mismo modo, el título de la película — que se traduce como ‘doncella’ — es evidentemente irónico. El hecho de que el título se refiere a ella, y no a Samuel — que hasta la mitad de la película es el protagonista de la película — es una prueba más del empoderamiento de lo femenino. La evocación del poema épico tiene otra lectura irónica al considerar el rápido fin de la hazaña de Samuel comparado al largo viaje de Odiseo.
Para resumir, los directores juegan constantemente con los expectativas de los Westerns y el cine en general, resultando en situaciones cómicas, sorprendentes y críticas. Desde luego, los espectadores tiene que reajustar sus expectativas de manera constante. Lxs que no tienen esta capacidad se frustran, como un espectador en la sala que se enfadó con un trabajador de la Filmoteca después del estreno. En fin, si Judith Butler, Bertolt Brecht y Miguel de Cervantes hubieran creado una comedia juntxs, el resultado no sería lejos de los que los hermanos Zellner hicieron con Damsel.
1 Del alemán ‘verfremdungseffekt’, efectos alienadores o de distanciamiento son estrategias que recuerdan el espectador que lo que están observando es una ficción. Como consecuencia, se genera una distancia emocional de la obra y provoca una reflexión critica por parte del espectador sobre la historia presentada. El recurso se popularizó en el teatro épico del dramaturgo socialista Bertolt Brecht al inicio del siglo XX, con la afinidad de cuestionar estructuras de poder.
2 Un apelativo cariñoso cuya traducción literal es ‘pastel de miel’. La letra de la canción está compuesta, prácticamente, de esa única palabra.