Estreno de «Journal de Septembre» de Eric Pauwels en Documenta Madrid
Hay un cine industrial y hay un cine artesanal; hay un cine construido con un gran equipo y un cine hecho casi en solitario; hay un cine que busca personajes y situaciones excepcionales y otro cine en el que aparecen los seres más cercanos al cineasta; hay un cine que busca la fantasía en lo fantástico y otro que la encuentra en la cotidianidad; hay un cine que no confía en la realidad, ni en la vida y otro que la hace respirar; y además, hay muchos otros cines, cerca de infinitos, pero parafraseando el arranque de una de las películas de Eric Pauwels: Les films rêvés (2010), está su cine que, efectivamente, sigue encontrando el arte de fabular en su entorno, a partir de los objetos o los recuerdos que el paso del tiempo ha ido depositando en la vida de cada uno.
Journal de septembre (2019), su última película, acaba de estrenarse en la 16º edición de Documenta Madrid y es justo eso, una película que cualquiera podría hacer, pero que por fortuna fue Eric Pauwels quien la hizo. La suya es una película que invita más a ser vivida que a escribir sobre ella. ¿Qué se puede escribir sobre unas carpas a la captura de un trozo de pan?; o sobre decenas de pequeñas arañas que suben y bajan trazando curiosas figuras entre las ramas, mientras por la calle se escucha pasar un organillo, que en francés tiene el curioso nombre de orgue de barbarie. Tampoco permiten extensos análisis las diversas tonalidades que toman las hojas en otoño, algo que, ciertamente, está al alcance de la vista de todos cualquier día de septiembre, un poco más tarde para nosotros, habitantes del sur. Pero ay! esas hojas, tienen unas nervaduras y unos colores que las hacen únicas, porque la película no se juega en lo genérico; ni en los conceptos; ni las imágenes son un mero soporte para que circule la acción; la película se está jugando en sus formas, en sus texturas, en los ritmos, en el montaje, en la relación que la imagen establece con el sonido y sobre todo, en el placer por mirar y en la capacidad infantil para dejarse fascinar por esa manifestación de la vida capturada por una cámara. En este sentido Journal de septembre marca una distancia con las películas anteriores de Eric Pauwels. Mientras en aquellas el relato se construía por el desarrollo y la asociación que desencadenaba el narrador (siempre el propio Pauwels) en su placer por fabular; en Journal de septembre se acerca más a las formas de la poesía, que a las del relato corto. No importa tanto el desarrollo, como la captura de instantes. Es pues un diario de impresiones más que de explicaciones, aunque Pauwels siga sirviéndose de la misma materia prima que lo había hecho en el resto de su filmografía. Así volvemos a encontrarnos con el protagonismo de la pintura, de la música, la presencia de los trenes, por supuesto de los amigos y la familia y muchos, muchos objetos almacenados por el paso del tiempo, como esa escena en la que el cineasta visita a su amiga Jacqueline Aubenas y ésta desparrama sobre la mesa los minúsculos objetos que éste le ha llevado en cada una de sus visitas: canicas; figuritas de animales, algunas completas otras solo una extremidad; mensajes dentro de un caracol; piedrecitas de forma curiosa; minúsculos objetos que vienen a hablarnos de los lazos de camaradería y estima que el tiempo ha ido tejiendo entre ellos.
Y así llega el último día de septiembre y la película sigue sumando días al mes que no acaba. Una vez concluida la cronología y la experiencia vivida en el día a día, ésta se constituye en la materia prima que dará forma a la ficción y entonces se adueña, definitivamente, la voz del narrador (el propio Pauwels) para proseguir su inacabable fabular, con la esperanza de que esos relatos puedan aliviar las heridas del tiempo.
En su película anterior La deuxième nuit (2017), película centrada en la figura de la madre y en la necesaria separación del hijo para conformar la propia personalidad, Pauwels hacía una confesión al recordar una tarde de su infancia cuando al volver a casa encontró a su madre llorando y fue incapaz de articular una palabra de consuelo. Sobre ese silencio se fundamenta -dice el cineasta- su palabra literaria y su voluntad de darle forma cinematográfica para que, tal vez, pueda ayudar a cicatrizar las heridas que abrió aquel silencio impotente.
Así pues, podemos concluir que hay un cine donde el guion hace de la película un mecanismo implacable y un cine de apuntes, de bocetos, de pequeñas historias que no quieren crecer, un cine que imagina las películas que lleva a dentro y que podrían ser sus películas soñadas porque, como se puede leer en una cita de Jorge Luis Borges incorporada para el 33 de septiembre: «Imaginar el argumento de una novela es una ocupación dichosa. Llegar a escribirla es una exageración»