Jia Zhangke. El delfín chino
La transformación de China
Fue en octubre de 2016 cuando un grupo de ecologistas creyó ver por última vez un ejemplar del delfín chino o “baiji” durante una expedición por el río Yangtsé, el mayor del continente asiático. Este dato no tendría más relevancia, de no ser porque se trata de una especie declarada hasta la fecha “funcionalmente extinta”. Su anterior avistamiento había sido en 2002 y otra expedición en 2006 fracasó en el intento de verificar su existencia. La sobrepesca o la degradación ambiental por la industrialización explicarían algunas de las causas de su extinción. Otro hecho que marcó directamente el triste destino del cetáceo fue la construcción de la Presa de las Tres Gargantas.
Situada a 40 km de la ciudad de Yichang, esta presa es la mayor planta hidroeléctrica del mundo. Su construcción tardó 17 años y con ella quedaron sumergidos más de 600 km2 del territorio afectado. Una obra de tal envergadura no tuvo solo repercusiones ambientales, sino también culturales (por el patrimonio perdido en las zonas sumergidas), y por supuesto también tuvo consecuencias a nivel social, afectando a más de 2 millones de personas que habitaban las ciudades y pueblos ahora ya inundados bajo el agua.
El cine de Jia Zhangke, hasta el momento, ha tenido siempre un eje central relacionado metafóricamente con la Presa de las Tres Gargantas, además de ser escenario de algunas de sus películas. En ellas, nos habla sobre el paso del tiempo y las transformaciones que éste acarrea, sobre qué es el progreso y qué precio tiene, a través de unos personajes casi siempre alienados por el mundo que les rodea.
La obra de Jia Zhangke
Esta semana se estrena La ceniza es el blanco mas puro (2018), la ultima película del director Jia Zhangke, uno de los más interesantes de la “Sexta generación” del cine chino. Zhangke debutó con Xiao Wu (Pickpocket) en 1997, película que se proyectó en el festival de Berlín de 1998 y donde se mostraba un ladrón de poca monta atrapado en los vientos de cambio que, ya en los noventa, auguraban una transformación profunda de China.
La obra de Zhangke, en su globalidad, parece ser lineal. Uno tiene la sensación de que cada película es un capítulo de una misma historia que transcurre casi siempre de las mismas localizaciones; concretamente, en su Fenyang natal como símbolo de la China más tradicional y rural, o en la ciudad de Fengjie, para la cara más gris e industrializada. El reparto de actores (Zhao Tao, Whang Howei, Liang Jing Dong), que repiten película tras película a modo de grupo de teatro, como hicieran Fassbinder o Cassavettes, da al espectador una sensación de familiaridad o retorno. Con todo esto, Zhangke parece que nos cuente la historia de unos mismos personajes a través de su experiencia vital, reconociendo el paso del tiempo en el cambio generacional de los actores o el aspecto de los lugares donde se nos sitúa.
En su primera etapa, sus películas muestran jóvenes con anhelos y expectativas que proyectan a través del descubrimiento de la cultura occidental, capaz de abrir y modernizar sus vidas. El cine de Zhangke también nos hace reflexionar sobre la maduración del individuo y el paso a la edad adulta. Son los jóvenes los que aspiran a un cambio, a la apertura, y también huir de un mundo monolítico que les limita en su búsqueda de identidad personal. A medida que avanzamos en su obra, los personajes, ya adultos, muestran una decepción por esas expectativas no cumplidas. Es curioso descubrir su mirada nostálgica por un pasado y un estilo de vida que en su momento rehuían.
En Zhantai (Plataforma, 2000), por ejemplo, el protagonista se enfunda unos pantalones de campana como acto de transgresión incomprendido por sus mayores. En Shan he gu ren (Más allá de las montañas, 2015) el mismo actor interpreta a un padre huraño incapaz de hablar en cantonés con su hijo totalmente occidentalizado. Otro ejemplo es el uso casi sarcástico que se le da la canción Go West de los Pet Shop Boys en esta misma película.
Sus personajes siempre son seres inadaptados, o bien a una China rural y atrasada o bien a una sociedad totalmente capitalista, y que casi siempre fracasan en sus relaciones interpersonales. En sus películas se repite la figura del hombre que abandona el hogar familiar sin muchas explicaciones, o las de familiares que dejan pasar años sin contacto alguno y de personas que proyectan su felicidad o esperanza en otros lugares, ciudades o países, con nuevas ilusiones.
En su segunda etapa, el autor pone en duda todo aquello a lo que anteriormente sus personajes habían aspirado. A medida que la globalización ha impuesto la ley del dinero, el individuo ha sido despersonalizado en un mundo que se derrumba a su alrededor.
La transformación del cine de Zhangke
Con todo ello, podemos observar cómo el cambio social que nos muestra el autor en sus películas ha afectado directamente también a su obra cuando nos acercamos a ella de una forma más global y con cierta perspectiva.
¿No ha abrazado o ha sido engullido el cine del autor por ese capitalismo salvaje con consecuencias terribles? ¿No ha sucumbido el director a un cine de lenguaje más global, al pasar de mostrarnos una China costumbrista en planos fijos a un cine con más ficción y de género? ¿No será el director como una de las strippers que bailan a son de marcha militar comunista en Tian zhu ding (Un toque de violencia, 2013)?
Seria interesante confrontar la evolución ideológica del director en dirección contraria a la de su lenguaje cinematográfico y su obra. Sus películas más recientes abrazan casi un enfoque marxista de la teoría de la alienación, contrastando con unas formas más convencionales, cercanas al punto de vista occidental. Por todo ello, me pregunto si puede ser autobiográfica la escena del joven cinéfilo que abandona la sala hastiado por el cine propagandístico en Plataforma.
El último cine de Jia Zhangke nos muestra que el capitalismo y el libre mercado no curan la insatisfacción de la condición humana, aunque sí pueden fagocitar todo lo que existió con antelación. ¿Sería disparatado pensar que el pobre delfín baiji pudiera llegar a convertirse en el nuevo “monstruo del Lago Ness”, en un souvenir para los turistas que visitan el río Yangtsé?.