«El Traidor» de Marco Bellocchio

Casi a finales de año, aún nos siguen llegando a cartelera algunas de las películas que pasaron por la sección oficial de Cannes. El Traidor de Marco Bellocchio es una de ellas, que además llega premiada por el Festival de Sevilla (mejor actor para Pierfrancesco Favino), y avalada por sus 4 nominaciones a los Premios del Cine Europeo.

En ella, Bellocchio se adentra en el mundo de la Cosa Nostra, tratándola mitológicamente y acabando por deconstruirla a medida que la trama avanza. Basada en hechos reales, la trama se basa en el testimonio de Tommaso Buscetta, que con sus testimonios, a lo largo de los años, desmanteló toda la institución mafiosa, rompiendo (en parte) el juramento que tomó al ingresar en el hampa.

La narrativa se divide por décadas, abarcando desde finales de los 70 hasta los 90. Sin duda, el prólogo de los años 70 es una de las partes más interesantes de la película, en la cual sitúa al espectador en los antecedentes de la trama de forma dinámica e imparable. Establece una dialéctica bastante interesante entre el texto y la imagen que presenciamos, logrando una serie contrastes que generan interés y tensión. La película abre con tal cantidad de información que puede llegar a saturar, desde las explicaciones para situar la historia y sus personajes, la presentación de esos mismos personajes, y luego la presentación del elenco con los nombres (dándole una vuelta, logrando una cierta representación meta narrativa). Esta carga acaba jugando a su favor, ya que a medida que se sucede la acción se puede ir hilando con los pedazos de backstory expuesto fugazmente con anterioridad, además de una definición concisa pero precisa de sus personajes en la apertura. El prólogo se cierra con el detonante de la trama, el asesinato de los hijos de Buscetta, representado con el tiempo en pantalla, que cuenta segundo a segundo la violencia mostrada en pantalla, un recurso bastante ingenioso y reflexivo en una película de esta temática.

Por desgracia, la fuerza de su arranque no aguanta los minutos, y su desarrollo se acaba lastrando y perdiendo el interés tanto formal como argumental. Como decíamos, se estructura por una linealidad temporal por décadas, y la acaba rompiendo por la introducción de flashbacks a modo de explicaciones para justificar ciertos hechos del relato. Esto empobrece la propuesta inicial, el único que realmente cuenta con un importante peso es la escena que cierra la película, y podría haber obtenido más relevancia aún si hubiese sido el único salto temporal. El desarrollo de personajes tampoco logra mejorar: se imponen escenas que hacen avanzar la trama, pero no se produce el suficiente tiempo en pantalla para integrarles emocionalmente. Esto se traduce en relaciones superficiales, siendo un perfecto ejemplo el tratamiento de la amistad entre Buscetta y el juez Falcone, de una importancia capital en el guion, pero forjada a partir de 2/3 secuencias de conversaciones sin ningún tipo de empatía. Es tan fugaz y fría que se vuelve banal y falta de verosimilitud. Estas carencias generan metáforas evidentes con el mismo resultado, descuido por el espectador y más desapego por el filme; generando momentos de tal sonrojo que rozan el ridículo.

A pesar de los elementos a su contra, de vez en cuando brillan otros elementos más interesantes que sí contrarrestan esos lastres. Uno de ellos es su particular uso de la canción, como elemento dentro de la banda sonora. Suenan dos en concreto, que aportan una carga emocional en el personaje de Buscetta; la primera es la canción que tiene con su mujer, utilizada primero en un contexto romántico, pero luego adquiere un nuevo rol cuando torturan a Buscetta, usándola cuando amenazan con tirar a su mujer de un helicóptero en marcha (con una secuencia de montaje muy interesante), sabiendo que con la canción Buscetta se va a rendir ante esta amenaza. La segunda es una canción folclórica de Sicilia, usada sobre tres pretextos: la humillación a Buscetta como traidor cuando es cantada por un tipo en público, como sugerencia de una posible conspiración cantada en el juicio por un antiguo socio, y por último como despertar nostálgico hacia el hogar en el último tramo del filme.

Otro aspecto interesante en la propuesta es toda la parte del primer juicio, y por ende el más extenso de la trama. El acercamiento a ellos está tratado como un espectáculo, pero desde una perspectiva humorística y bochornosa, como si de un patio de colegio se tratara. Vemos como una serie de criminales poderosos, hombres de negocios, adultos, y otros sinónimos para calificar de lo mismo: gente con una serie de facultades desarrolladas y con porte; se comportan con una actitud lo más alejada posible a estos conceptos. Durante el juicio gritan, saltan, se pelean, y vacilan como unos adolescentes maleducados de clase. Todo el tratamiento de estas secuencias resulta hilarante, y se produce una cierta deconstrucción de la épica del código de honor tan típica de la cosa nostra.

En definitiva, no se trata de una mala película, sin embargo tiene ciertos problemas estructurales que hacen de ella una película irregular, que funciona a fogonazos. Probablemente este contratiempo no sería tan molesto si su duración no fuera de 145 minutos, algo que lo aumenta justamente y me deja con la sensación de que se podría haber pulido un mejor resultado.

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