Masterclass de Carla Simón: En busca de la naturalidad en la ficción
Artículo escrito por Elisa Hernández Gutiérrez y Gisela Serra Rodríguez
En las últimas semanas de noviembre se llevó a cabo el “ 28 Festival de Cinema Independent de Barcelona”, más conocido como “l’Alternativa”. En él se visualizaron diferentes cortometrajes y largometrajes y se impartieron seminarios y diferentes Master Classes, como la de Carla Simón.
Desde el principio, la directora se describió así misma como “controladora” a la hora de dirigir una película. Sin embargo, sus experiencias transmiten caos, incertidumbre e improvisación. De esta manera, nos explicó su lucha interna por seguir el guion al pie de la letra y por darle completa libertad a los actores. Comentó cómo, poco a poco, ha ido aprendiendo a elegir las frases y los momentos clave del guion que deben permanecer inalterados, a la vez que las escenas pueden ser modificadas. Admitió que, en ocasiones, cuando la realidad hace acto de presencia la ficción mejora.
Para conseguir esta mezcla entre lo espontáneo y lo estructurado, Carla dedica una cantidad desmesurada de tiempo a la pre-producción: concretamente, al casting y a la preparación previa de los actores seleccionados.
En cuanto al casting, considera necesario que exista una similitud tanto física como psicológica entre el personaje y el actor que lo va a interpretar. Por ejemplo, si busca una madre, quiere encontrar a una mujer que tenga hijos o, si el personaje que busca ha sufrido una pérdida de un familiar, pretende encontrar a una persona que también haya pasado por un duelo. En el caso de la semejanza física, se ayuda de un documento con referencias visuales de otras películas y fotografías que tienen relación con lo que ella quiere encontrar.
En las primeras fases del proceso de casting utiliza la entrevista como herramienta. Hace todo tipo de preguntas, desde muy generales hasta otras más particulares, siempre en la dirección de lo que está buscando. En el caso del personaje de la niña (Frida) de Estiu 1993 (2017) una de las preguntas que hacía siempre iba orientada a la relación de la actriz (Laia Artigas) con la muerte, la pérdida y el duelo ya que lo consideraba un componente esencial a la hora de definir el personaje. No obstante, las siguientes fases del casting no estaban tan estructuradas y la improvisación se convertía en el elemento clave. Creaba diferentes circunstancias a modo de juego con el fin de encontrar la esencia del personaje. En el caso de los niños, un ejercicio que le funcionaba muy bien era obligarles a mentir como una forma de actuar.
Según va avanzando el casting, va incorporando más personajes en el proceso. Así, realiza improvisaciones por parejas o grupos. Esto ayuda a confrontarlos, a buscar sus objetivos y obstáculos. Se hace evidente el conflicto entre ellos a la misma vez que generan un vínculo y adquieren confianza y complicidad. Para ello, se trabaja a partir de un documento de casting donde se divide cada personaje y su trama y se pone énfasis en lo que se quiere encontrar en cada escena realizada.
En definitiva, el kit perfecto de un buen casting es la escucha entre los actores, manifiesta Carla. Y, en el caso de los niños, la imaginación también. Esta directora es una gran defensora del trabajo con los no-actores. Cuanto más se parezcan al personaje, más fácil será que se nutran de sus propias vivencias y empaticen con ellos y que, incluso si no son profesionales, puedan acabar llegando a interpretar esos papeles de manera muy natural.
Por otro lado, para conseguir esa organicidad que tan presente está en sus películas, también dedica mucho tiempo al trabajo previo con los actores: hasta tal punto que conformen entre todos una memoria colectiva.
A modo de curiosidad, Carla nunca les da el guión (solo lo leen un día de lectura con todos los actores y luego nunca lo vuelven a ver) por lo que ensayan en base a escenas que se les van indicando que deben recrear. Durante meses, van interpretando diferentes situaciones que, en muchas ocasiones, no están presentes en el film. Estos ensayos se ejercen en sitios que realmente se corresponden con lo que luego se interpretará o, incluso si es posible, en las localizaciones finales escogidas para el rodaje (ya sea interiores o exteriores). La magia está en improvisar escenas que tienen sentido con sus relaciones y con la intimidad. Las improvisaciones son siempre muy largas y se graban para poder preservar el trabajo realizado. Así mismo, poco a poco se va incluyendo al equipo técnico en el proceso de preproducción para que todos se acostumbren a la presencia de los otros. Carla consigue que los desconocidos se conviertan en personas muy cercanas, tengan mucha confianza y familiaridad y que, los diálogos que antes podrían parecer muy forzados, surjan de manera más natural.
En último término, describió brevemente su modo de trabajar en el set una vez que ya se ha iniciciado el rodaje. En el caso de Estiu 1993 explicó cómo su herramienta fue su propia voz. Cogiendo de referencia a Ponette (Jacques Doillon, 1996) , la directora decía el texto en la toma para que los actores lo dijesen de un modo parecido: actuaban guiándose por su voz, que les iba llevando hacia las diferentes emociones y circunstancias a las que se quería llegar en esa escena. En el siguiente enlace se puede ver todo el proceso de creación de Estiu 1993.
Aunque la línea que separa la ficción de la realidad es muy fina en las películas de Carla Simón, ella nos invitó a tener siempre muy presente dónde empieza y dónde termina cada una. Confesó que gestionar esa incertidumbre no es fácil y que, si nos dejamos arrastrar demasiado por las emociones, podemos acabar sufriendo una carga mental muy fuerte a la hora de afrontar la película. La directora nos advirtió que el equilibrio es muy frágil y que, aunque ella disfruta de su manera de trabajar con la realidad, es consciente de las consecuencias y responsabilidades que esta supone.
Elisa Hernández Gutiérrez y Gisela Serra Rodríguez