Belfast de Kenneth Branagh

Gracias a una adaptación libre de su vida, el cineasta norirlandés construye un homenaje sincero “para los que se quedaron, para los que se fueron y para los que se perdieron.”

A sus 60 años, este incansable actor, guionista y director, que comenzó su carrera adaptando la obra de Shakespeare, siguió un camino ecléctico en el que ha pasado del universo de Agatha Cristie (donde dirigía e interpretaba al famoso detective Hercules Poirot) al mundo de los superhéroes con Thor (2011) uno de los blockbusters de Marvel.

Con la comedia dramática Belfast (2021), Kenneth Branagh se inscribe en la tradición de cineastas que se proponen contar conflictos a través de la mirada de un niño, como lo había hecho John Boorman en su celebre Hope and Glory (Esperanza y gloria, 1987) en la que narraba las alegrías de un niño londinense de 7 años en plena Segunda Guerra mundial; o como lo ha hecho mas recientemente el director neozelandés Taika Waititi con su brillante Jojo Rabbit (2019).

Principalmente rodada en blanco y negro, narra los conflictos violentos de 1969 vividos a través de Buddy (al que hay que reconocer la bella interpretación de Jude Hill), un niño protestante de 6 años, perfectamente implantado en un barrio mixto donde viven familias de las dos confesiones, católica y protestante. Buddy se construye al mismo tiempo que su país natal se va destrozando. Ese antagonismo enfatiza la absurdidad de lo que fue una guerra civil fratricida. Así que, cuando Buddy le pregunta a su mejor amiga “¿como distinguir un católico de un protestante?”, revela ese mundo incomprensible de los adultos que han transformado a una parte de la población en sus enemigos.

Los ataques, de más en más violentos en la ciudad, contrastan con los momentos de plena felicidad de Buddy y de su familia, especialmente cuando van al cine o al teatro, universos de ficción representados en color. Estos instantes al margen de la realidad se confrontan a una cuestión cada vez más urgente: el tema central del exilio.

Admiramos la idea de contar la Historia desde la perspectiva del niño, algo que Kenneth Branagh hace con un gran talento, a pesar del poco contexto social y político de un conflicto que hubiera valido la pena aclarar algo más. Hubiéramos preferido algunos momentos de respiración, en vez de unas escenas bailadas y cantadas que surgen de manera forzada e inopinada. Sin embargo, apreciamos el ritmo vivo y el uso de canciones que, sin duda, dibujara una sonrisa en la cara de muchos irlandeses.

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