El otro día hablaba con un buen amigo mío, compañero de la ECIB, sobre por qué amamos tanto el cine, qué tiene para deleitarnos y volverse la obsesión de nuestro día a día. Cuando me hacen esta pregunta, la cabeza se me llena de ideas que terminan chocando entre ellas y apenas puedo balbucear, con cara de estúpido, dos o tres palabras sin sentido. En la soledad, frente al escritorio, tampoco logro escribir nada coherente, en un nuevo intento inútil de expresarme. Escribo dos líneas y las tacho rápidamente con el bolígrafo tras leerlas. En mi cabeza todo tiene sentido, aunque no pueda demostrarlo. Es tan sencillo y a la vez tan complicado responder ante esta cuestión…

Pero hay una idea que sí fui capaz de discernir: el contacto. Para mí, una de las mayores fuerzas del cine, y una de sus más bellas cualidades, es que nos une. Cuando estás solo, te une a unos personajes, a otras historias que te acompañan hasta que se encienden las luces de la sala e incluso cuando sales de ella, siendo así que las mejores te seguirán a lo largo del resto de tu vida.

Te vincula, también, a otras personas, pues el ver una película en salas es un acto en comunidad, el encontrarte rodeado de extraños que dejan de serlo tras tantos encuentros bajo el mismo techo, frente a la misma pantalla. Con personas a quienes conoces por ese deseo de compartir la afición, que acaban siendo familia.

Pero mientras vemos una película, el encuentro más íntimo, la relación más estrecha y, por qué no decirlo, amorosa, la entablamos con otra persona: el cineasta.

Los festivales de cine son el lugar y el momento más propicio para dichos encuentros. Es, cómo no, el caso de ArteKino Festival. He tenido el placer de formar parte del jurado en su edición del pasado año 2022, y no podría estar más agradecido. En esta ocasión, este concepto de conexión se ve acrecentado aún más, pues una de las características principales de este festival es presentar una selección de películas procedentes de diversos países europeos, en busca de compartir el cine y la cultura más allá de fronteras, romperlas a través del arte. Busca dar voz a quien no la tiene, abrirle las puertas a cineastas que están empezando a alzarse en este mundillo. Así, se presentan a competición unas doce películas, todas ellas óperas primas, primeros pasos de un largo camino aún por recorrer.

Pero, antes de que comenzara siquiera el festival, hubo una actividad que nos propusieron desde ArteKino. Varias cineastas estaban abiertas a realizar un encuentro vía online con alumnos de escuelas de cine, en busca de poder discutir acerca de su obra y sus procesos creativos. Pere Alberó, director de la escuela y la revista, me pidió que, ya que me encontraba dentro del festival, escogiera yo a la cineasta y dirigiese el coloquio, preparando preguntas y manejando el diálogo entre directora y alumnado. Acepté, aunque mentiría si dijese que no dudé ni me planteé por un momento rechazar la propuesta. Cómo no se me iba a pasar por la cabeza esa opción, con lo tímido que soy a exponerme de esta manera.

Colors of Tobi

Tras ver Colors of Tobi (Alexa Bakony, 2021), cualquier tipo de duda en torno a qué cineasta escoger desapareció. De hecho, aún tras ver las demás películas, se mantuvo como mi favorita del festival. Es un documental que nos introduce en el seno de una familia de Hungría, donde Tobi, adolescente transgénero, es apoyado por su familia durante el proceso de reasignación de género. Bakony, interesada en la temática trans, conoce a esta familia en ese momento tan concreto. La fascinación radica en su mirada, en cómo introduce la cámara como un elemento más del día a día, restándole presencia y volviéndose invisible a sí misma y al equipo. Es muy complicado hacer pasar la cámara desapercibida ante personas de a pie sin que estas se sientan incómodas, pero los resultados son fruto de paciencia y de realizar un cine al margen de la industria, que se pueda permitir todo el tiempo que se necesite. De contar con un equipo formado únicamente por tres personas en el proceso de rodaje, de trabajar a una escala pequeña. Es, de esta manera, como logra captar en imágenes tanta pureza, a esa familia abrirse y mostrar su verdad. Esas miradas, esos sentimientos reprimidos pero también liberados. Vemos las inquietudes de Tobi o las dudas de su madre Éva, pero también cómo esas inseguridades son superadas gracias al amor entre ambos, que se impone. Es verdaderamente sanador encontrar una película sobre familias con hijes transgénero que muestran apoyo, comprensión y cariño hacia elles. Hay muchos sentimientos a flor de piel, y es verdaderamente milagroso poder ver ese grado de intimidad. Hay delicadeza, mimo y respeto en cada decisión tomada, y eso es lo que la diferencia de otros documentales. Es una película pequeña, pero cuya emotividad e intenciones trascienden la pantalla como pocas lo hacen.

Coloquió en ECIB con Alexa Bakony

Poder discutir a fondo cada detalle relacionado con la construcción de la película fue un placer. Hablar con alguien que no se encuentra tan alejado de nosotros, que está realizando sus primeras obras, fue algo motivador e incluso inspirador para cualquier estudiante.

Pasaron los días hasta que llegó la deliberación, y tras ver todas las películas mis dos candidatas que optaban al premio eran Colors of Tobi y Summer Survivors (Marija Kavtaradze, 2018). Dejé preparados con antelación dos ordenadores para poder abrir en cuestión de un solo click la reunión en Zoom. Pero una vez más, la tecnología me pasó por encima y a día de hoy sigo sin entender qué sucedió, pues ninguna de las dos pantallas me dejó acceder. Al final, pude entrar a través del móvil, sintiéndome un completo estúpido. Seríamos alrededor de diecisiete o dieciocho personas. En orden, nos fuimos presentando, y muy brevemente propusimos nuestras dos candidatas y el motivo por el cual merecían el premio. Esperaba un cierto consenso a la hora de elegir, pero no exagero si digo que de entre las dos candidatas que cada uno de los miembros propuso, uno de esos puestos siempre lo ocupaba Summer Survivors. En una decisión unánime, le otorgamos el premio a la película de Marija Kavtaradze.

Summer Survivors de Marija Kavtaradze

Algo que he echado de menos en algunas películas de la selección era que no veía una mente pensante detrás del plano. La posición de la cámara a menudo parecía ser aleatoria, más hija del azar que de elementos básicos de composición. Esta película no era así. Ya desde el primer plano Marija muestra intención. Demuestra querer contar a través de la imagen y no mediante el diálogo, poseer un conocimiento envidiable del lenguaje cinematográfico y servirse de ello a la hora de narrar. No hay un solo plano que no esté filmado con intención. Todas las imágenes cuentan algo. Muestra los sentimientos de los personajes a través del encuadre y los elementos que lo componen. Haciéndolo, además, a través de una narrativa visual que va evolucionando conforme avanza la película, conforme progresan los personajes. La directora, en busca de representar ideas o sensaciones, se sirve del uso de la angulación o la escala, de elementos propios del entorno como bien lo pueda ser la ventana de un coche. Impresiona cómo, con tan poco, logra contar tanto.

Durante este mes de febrero, tenéis disponible la película de manera gratuita en la web de ArteKino, así que os invito a disfrutarla y descubrirla por vosotros mismos.

La reunión finalizó rápidamente. Era lo que más me entusiasmaba de la experiencia del festival, el ser jurado y encontrarme con desconocidos que amaban tanto o más que yo este arte, deseando conocernos y compartir sensaciones. Sin embargo, fue una experiencia más distante de lo que esperaba, de sensaciones más frías. Realmente no hubo una conversación ni un debate, fue algo momentáneo y casi diría superficial, sin contacto ni relación entre nosotros. Mentiría si no dijese que me sentí un poco decepcionado en este sentido. En mi anterior experiencia como jurado, se abrió un diálogo prolongado entre nosotros. En parte pudo ser así, tal vez, por el reducido número de miembros que lo conformamos. Igualmente, a pesar de no salir como esperaba, siempre es de agradecer poder encontrarse en estas situaciones, y siempre estaré agradecido de haber formado parte de esta edición. Ahora, aguardamos ese futuro encuentro a finales de verano en París, donde ahí, ahora sí, espero poder conocer y conectar con los demás miembros, pues como decía al principio, esa es la verdadera magia del cine. Sí, si el cine no uniera, probablemente no me encontraría aquí, sentado delante del escritorio. Pero supongo que ya es hora de levantarme.

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