
Encuentro con Marcel Barrena, director de El 47
Me gustaría empezar preguntándonos ¿quién creéis que es el jefe de un rodaje, la pieza fundamental que consigue que salga todo adelante? Aunque parece obvio que esa figura es la del director, no acaba siendo del todo cierto, ya que hay una persona específica que, por así decirlo, sería el jefe del rodaje. Esta figura es el Ayudante de Dirección.
De esto es de lo que nos vinieron a hablar, Marcel Barrena, director de películas como 100 metros, Mediterráneo y El 47 entre otras, y Mònica Farrés, su ayudante de dirección en El 47. En la sesión, que tuvo lugar en ECIB el 5 de noviembre, pudieron exponer ampliamente la relación entre director y ayudante de dirección, relacionando ambos cargos cómo un tándem, y explicando su experiencia trabajando juntos en El 47.
Mònica explicó cómo són las dinámicas de trabajo en un rodaje profesional y los comportamientos a evitar. Recalcando que sobre todo en “los profesionales de la vieja escuela” como denomina ella, pueden encontrarse actitudes no del todo favorables para un desarrollo laboral sano. Marcel y Mònica nos instaron a no contribuir con estos comportamientos y nos dieron algunos consejos para crear un ambiente propicio en rodaje, cómo por ejemplo, saberse todos los nombres del equipo, empatizar con ellos, evitar la lucha de egos y que por más que se grite, no se demuestra tener las cosas más claras.
Aprovechando esto, Mònica también quiso reivindicar la figura del ayudante de dirección (AD) en las series, medio en el que venía trabajando antes de El 47. Nos contó como se suele minusvalorar a los AD de series, casi tratándolos como profesionales de segunda, cuando en realidad es en las series donde más se le exige a un AD. “Tienes que rodar el equivalente a tres películas en el tiempo que harías una”.
También hablaron de la producción en España, resaltando como es imposible hacer películas al estilo USA sin el dinero que disponen ellos. Explicaron cómo aquí se trabaja a contrarreloj, optimizando al máximo cada minuto. Marcel contaba cómo en un rodaje americano pueden dedicarle un día entero a preparar un travelling, mientras en España puedes estar rodando una media de cuarenta y dos planos al día. “Si nos dieran cien millones de euros, todos haríamos pelis increíbles. Pero hay que saber conseguir lo que quieres con el dinero que tienes”.
Nos expusieron que este no es un trabajo fácil, pero también aseguraron, orgullosos, como era el mejor trabajo del mundo. Así, mientras tus amigos permanecen cada día ocho horas en una oficina, tú estás una semana en Grecia, luego dos en Francia y acabas cuatro días de rodaje en Marruecos. Nunca se para de innovar y constantemente se están haciendo cosas diferentes.
Respecto a El 47, es una buena película, con un guión sencillo pero bien escrito, que funciona en su propia medida y que consigue no sobrepasar el melodrama. Es una historia conmovedora, con la que te puedes sentir fácilmente identificado y que apela a los sentimientos más primarios, aunque acabé con un regusto amargo al salir del cine. Creo, al menos en mi opinión, que aunque no sea una mala película, quizás la manipulación se note demasiado. Añadiendo una potente música, sumado a un mensaje con el que difícilmente puedes estar en contra, y, eso sí, con unas grandes interpretaciones, se crea un cóctel muy funcional, pero que en lo personal, me parece algo forzado.
Aparentemente no hay nada mal hecho, todo encaja, pero pienso que es esa falta de errores lo que resalta una falta de riesgo por parte del director. Queriendo ser lo más perfecto y correcto, cinematográficamente hablando, queda una película muy emotiva, pero vacía. Consigue una lágrima fácil, pero más gracias a la música y el mensaje del pueblo unido, que por la forma en la que está narrada.

Sin embargo, no hay que desmerecer el gran trabajo actoral desplegado en la película. Y como el propio Marcel reconoció, él no es un director técnico, sinó más bien un director de actores.
En resumen, recomiendo ver El 47. Aunque solo sea por la actuación de Eduard Fernandez, ya merece la pena, por mucho que ésta acabe sobrepasando a la de la dirección en el cómputo final. Y recordad siempre, que sin el director no hay película, pero sin el ayudante de dirección, no hay rodaje.