El canal ARTE da la bienvenida un año más a la novena edición de Artekino, un festival de cine independiente europeo con el propósito de dar voz a autores noveles e independientes, cuyas películas abordan temáticas sociales minoritarias y poco exploradas. Junto a la llegada del festival, vuelve también su Jurado Joven, formado por personas de entre 18 y 25 años de toda Europa, en el que he tenido la suerte de participar gracias a la colaboración anual de ECIB. Ha sido una experiencia digna de compartir, con sus altos y bajos, y estoy muy agradecido de haber podido formar parte.

Los festivales, a mi parecer, siempre han sido una de las maneras más puras de conocer nuevas miradas. Una cuidada selección de películas variopintas que, difícilmente, verán la luz de la distribución en salas, ya que no suelen ser muy accesibles por cuestiones económicas y geográficas. Gracias a los tiempos que corren, nacen iniciativas como Artekino, que nos permiten disfrutar de una amplia gama de obras de forma completamente gratuita a través de su portal web.

Pese a que la selección de este año contenía películas muy diversas, con un amplio marco de temas y géneros cinematográficos, mi impresión general ha sido que la mayoría de ellas no llegan a la altura de su promesa. El peso de las expectativas que recae sobre una película cuyo elemento principal es su vanguardista comentario social, es monumental, y la mayoría de obras fallan en su propósito de distintas maneras. En la mayoría de los casos, el metraje es incapaz de elaborar un discurso cohesivo y lo suficientemente potente sobre el tema que trata, quedando relegado a una mera descripción del asunto, sin profundizar realmente en él. Desgraciadamente, esto suele ir acompañado de una puesta en escena muy mejorable, y el lenguaje con el que se cuentan las historias suele ser pobre. La cualidad redimible de las películas más mediocres, es que se nota el corazón tras su confección, lo cual deja un regusto amargo sobre lo que podrían haber sido con ese potencial.

Tras el visionado completo de la selección, y escribir una breve reseña sobre ella, se organizó una reunión con mis compañeros del jurado y los miembros organizativos de Artekino, para discutir las propuestas y decidir una película ganadora. Cada miembro destacó dos películas para el podio, de las cuales yo elegí las que me parecieron las joyas del festival. Por un lado, Pink Moon (2022), un drama familiar cuya propuesta me pareció de una sensibilidad única, acompañada de unas interpretaciones con un magnetismo brutal; y por otro, Somewhere Over the Chemtrails (2022), una comedia negra fantástica sobre el peligro de la proliferación de la desinformación y los discursos de odio en comunidades pequeñas. Con esta última, tuve la suerte de entablar contacto directo con su director, Adam Koloman, con quien compartimos un encuentro virtual en la escuela, donde pude entrevistarlo acerca de su proceso creativo, los desafíos de la producción y su experiencia con la película en el Festival de Berlín.

El encuentro con el jurado fue interesante; aunque hubiera agradecido más espacio para el debate a la hora de presentar nuestras elecciones, dentro de lo que cabe, fue una sesión bastante amena, en la que hubo una gran indecisión sobre el ganador. Los miembros de Artekino nos comentaron que esta ha sido la edición con mayor disparidad de opiniones de cara a las votaciones, y cierto es que estuvimos un buen rato con varias rondas eliminatorias hasta decidir un veredicto final. El consenso estuvo entre Nuclear Nomads (2023)y Pink Moon, lo cual me sorprendió, ya que el documental francoalemán me pareció de las propuestas más insulsas del festival. Pero, finalmente, Pink Moon prevaleció y fue la premiada.

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