57 Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya. Sitges 2024

Jueves 3 de Octubre

Primer día del festival internacional de cine fantástico de Cataluña, también conocido como “El festival de Sitges”. Me despierto nervioso, como un niño que se marcha de excursión con el colegio. Es la primera vez que voy a cubrir un festival de cine como prensa. Me visto con la ropa que dejé preparada la noche anterior y salgo a la calle ilusionado. El mismo trayecto de metro que realizo todas las mañanas se me hace ajeno, como si fuera mi primera vez en la línea 5 del metro de Barcelona. Esperando al tren en la estación de Sants pienso cómo hacer de este trayecto en Renfe, mi primera vez de lo que sea.

Recorro el camino hasta Sitges escuchando por primera vez a Los Planetas. Junto a sus melodías me permito perderme por la ciudad, decorada con banderines negros y blancos. Sitges ha sido escenario de películas cómo “Vivan los Novios” de Luis G. Berlanga, o “Las leyes de la frontera” de Daniel Monzón. Este es un lugar que rezuma cine, hasta en el rincón más recóndito de sus calles y sobre todo en estos diez días que dura el festival. El ambiente es distinto aquí, el sol, el mar, y la gente. Todo transeúnte viste con alguna referencia al cine de terror. Desde el más clásico al más moderno. Yo mismo visto mi camiseta de “El Exorcista” tratando de integrarme lo mejor que puedo en esta comunidad de cinéfilos empedernidos, amantes de la fantasía, el terror y la locura.

Miro mi reloj, todavía quedan varias horas hasta la primera película que veré hoy. Paseo junto al mar y me tomo un café frente al puerto. Sobre las tranquilas olas se están formando unos grises nubarrones.

Con mi pequeña dosis de cafeína me siento preparado para iniciar el festival. Recojo mi acreditación tras dar unas vueltas en el hotel Melià, el que será el escenario más recurrente de mi travesía fantástica. Ahora sí, llegó a lo que creo es la cola para la primera película. Veo como todos a mi alrededor se conocen, viejos amigos que se reencuentran en cada festival, que aprovechan una conexión fugaz para colarse en la cola. Me cuestiono mi lugar allí. Veo las grises nubes sobre mí, pienso en cuantas personas a mi alrededor habrán traído paraguas (Yo tengo el mío preparado ante la primera gota de lluvia). Se abren las puertas y entro, por segunda vez en mi vida, al auditorio Melià (la primera fue el año pasado, disfrutando de “PoorThings”). Dando así por iniciado, de una vez por todas, mi primer festival de Sitges.

Presence de Steven Soderberg

La película que inaugura esta semana es Presence (2024) de STEVEN SODERBERG. La que podría haber sido la típica historia de: Familia ingenua se muda a una casa encantada, bajo el influjo de un inquietante fantasma. Aunque en este caso lo más exacto sería una presencia. Esta es una película clásica, con una novedosa perspectiva. Vivimos el terror através de la mirada de esta presencia desconocida. Soderberg convierte al espectador en un auténtico voyeur. La forma se convierte en el máximo exponente de tensión, cada escala de plano esta cargada de una gran tensión. Dan comienzo los créditos y, sin haber recuperado el aliento por culpa de los minutos finales, me doy cuenta que voy tarde para la próxima proyección.

Salgo del Auditori sin saber dónde se encuentra la sala Tramuntana. Corro por los pasillos preguntando a cualquiera con camiseta roja del “Team Sitges”. Mi nerviosismo e inexperiencia me han jugado una mala pasada, la puerta de la sala Tramuntana se encuentra a escasos metros de la salida del Auditori, y yo he perdido unos preciosos minutos. Encuentro a cuatro miembros del staff en medio de lo que parece una divertida conversación, ante la puerta una cinta indicando que la sala se encuentra cerrada. Interrumpo sus risas para preguntar si puedo pasar. Después de un breve rapapolvo se apiadan de mí y me escoltan a mi butaca en mitad de la oscuridad de la sala. Llego a una butaca justo cuando da comienzo Infinite Summer (2024) de Miguel Llansó.

Al salir de la sala me río, pensando en una canción que venía escuchando en el tren “… podemos irnos juntos, lejos de este mundo tú y yo, en un viaje por galaxias infinitas hacia el sol”. Creo que resume brevemente la trama de esta curiosa película.

Camino con la inquietud atravesada en cada poro de mi piel. Hoy dormiré en el piso de Pepa, abuela de mi amiga Angi. La película de Soderberg me ha dejado mal cuerpo y creo que antes de cerrar los ojos revisaré bien todas las estancias de ese desconocido piso. Acabo el día escuchando otro álbum diferente de esa banda granadina que he descubierto hoy mismo.

 

Viernes 4 de Octubre

Me despierto minutos antes de que suene mi alarma. Camino hacia el Hotel Melià y, al ritmo de Charlie Parker, adelanto a varios cinéfilos como yo, lo único que me diferencia de ellos són dos factores: mi agilidad juvenil, y el café que me he tomado antes de salir. Empiezo este nuevo día de cine en la sala tramuntana con Get Away (2024) de Steffan Haars. Una divertidísima comedia negra. Ningún café me habría despertado como lo ha hecho el tercer acto de esta película.

Al salir de la sala me encuentro con mis amigos. Ellos acaban de ver la tan esperada substancia. Les pido silencio absoluto, pero no pueden evitar lanzar comentarios al aire que consiguen inquietarme más de lo que el tétrico póster de la película me inquieta. Antes de que marchen a sus quehaceres en Barcelona veo junto a ellos Centaures de la nit (2024) de Marc Recha.

Paseo sin saber muy bien que hacer por el hotel. Escribo algo en este documento de drive, hasta que un gran alboroto se levanta cerca de mí. Me cruzo, sin saberlo, con Coralie Fargeat, directora francesa de la tan esperada película de hoy, que vería varios minutos más tarde. Cuando reacciono ya es demasiado tarde, se ha evaporado entre la multitud. Marcho derrotado a hacer cola. Sin saber si volveré a tener una oportunidad para pedirle una fotografía a tan gran directora. Ya poco puedo hacer y la larga fila de cinéfilos comienza a avanzar.

Consigo asiento junto al pasillo central. Entra Coralie al auditori y la vuelvo a tener a escasos metros, sube al escenario y da inicio a la sesión con unas breves palabras. Todos en la sala le aplaudimos con locura, se apagan las luces. Ahora sí, da comienzo The Substance (2024). Una terrorífica y bizarra versión del cuento de la Cenicienta, contada con una inteligente mirada. Todo en la película grita pop y modernidad. Reproduce de manera inigualable la cosificadora mirada masculina, hasta que el erotismo pierde sentido y la forma cinematográfica se vuelve otro medio más para continuar torturando al espectador. Esta alegoría visual intenta enfrentar a los hombres contra su propia mirada, aunque por algunas de las risas que oigo a mi alrededor, no tengo claro que el mensaje se esté entendiendo. Lo que más me ha interesado es la evolución de la representación del terror. A lo largo del metraje pasamos de un terror completamente psicológico y subjetivo, a un horror físico y visceral. Fargeat me mantiene pegado a la butaca, para luego hacer que me retuerza en ella. La directora francesa se planta como una de las mejores directoras del género en la actualidad.

Al acabar la proyección sigo pegado a la butaca, todavía aterrorizado por las pasadas dos horas. La gente a mi alrededor se levanta y sale disparada del Auditori antes incluso que las luces se enciendan. Entre la multitud veo otra vez a Coralie, sin pensarlo mucho me pongo a la cola de los fans locos. Cuando llega mi turno le digo, entre balbuceos, que su película me ha horrorizado, en el buen sentido, y que es una grandísima película. Le pido a otra muchacha en la cola si puede hacernos una fotografía con mi teléfono. Sin saber qué decirle, y bastante nervioso, le digo a Coralie que disfrute del clima de Sitges. Me doy la vuelta y veo mi cara enmarcada en las fotografías, una cara incómoda con una rara expresión de nerviosismo.

Espero recuperarme pronto de esta substancia que me corroe por el cuerpo (la angustia) y reflexiono de camino al piso si seré capaz de cenar esta noche.

 

Sábado 5 de Octubre

Marcho directo hacia la gran pantalla, expectante de lo que me deparará el día. Inicio la jornada con El baño del diablo, la que por primera vez en la historia del festival, será la obra escogida por los tres jurados diferentes como la mejor película, en sección de competición oficial.

En The Devil’s Bath de Veronik Franz y Severin Fiala, me vuelvo a encontrar con la trágica historia y reflexión que las mujeres son las que a lo largo de toda la historia, han pagado por los pecados de los hombres. Destacar la tremenda actuación que nos regala Anja Plaschg, en la que se sustenta el impacto emocional con el que te golpea la película. En esencia, es un estudio de personajes con una tremenda mirada comprensiva a la misoginia en su forma más cruel. Con unos terribles últimos minutos que no podrás olvidar. A día de hoy (mientras repaso este texto), los fans del festival se quejan de su aplastante victoria debido a la falta de elementos fantásticos o de terror. Aunque en parte tienen razón, no consigo empatizar con nadie que no se haya horrorizado con el trágico desenlace de la película, y su cartela final dónde se clarifica que el guion está basado en hechos reales, que ocurrieron en la Alemania del siglo XVIII.

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The Devil’s Bath de Veronik Franz y Severin Fiala

Hoy es un día especial, el día en que los muertos vivientes toman las calles de Sitges. Maquilladores distribuidos por doquier caracterizan a cientos de fanáticos, formando un ejército de zombies que, más tarde, marcharan por el paseo marítimo. Pero antes incluso de que en mi reloj marquen las 10, ya empiezo a ver algún que otro ansioso muerto en vida.

A media tarde veo Schirkoa: In Lies we Trust (2024) de Ishan Shukla. Su estética de videojuego es lo que más me llama la atención. Me lleva a recuerdos de mi infancia, rememorando las tardes que pasaba jugando a videojuegos 3D como “Skylanders” o “Uncharted”, entre otros. Me pido otro café con leche para aguantar el resto de la tarde. La próxima parada, y última, del día es una exhumación. De momento el café está ardiendo, así que lo dejaré reposar mientras sigo recordando esas tranquilas tardes jugando a la consola sin preocupaciones.

Exhuma (2024) de Jang Jae-hyun, otra de las películas por las que tengo más expectación. Un diverso grupo de expertos en lo paranormal se reúnen para investigar un curioso caso más complejo de lo normal. El equipo, liderado por el mítico Choi Min-Sik (Oldboy, 2003), se enfrentan a varios espectros salidos de las profundidades de cualquier pesadilla. Durante la primera mitad de la película cada plano, reflejo y sonido me mantienen agarrado a la butaca, intentando acercarme a la pantalla lo máximo posible para confirmar si lo que hay en pantalla es imaginación mía o si realmente está plasmado en el fotograma.

Exhuma de Jang Jae-hyun

Esa sensación de terror solo la volveré a sentir en el festival con otra película asiática, pero todavía quedan unos días para eso. Por ahora salgo del cine, rodeado de grotescos humanos maquillados, y camino a paso rápido en dirección a la estación del tren.

 

Domingo 6 de Octubre

Paso la mañana con mis abuelos, cómo no podre asistir a la comida familiar debido a mis responsabilidades como humilde miembro de la prensa de Sitges, intento compensarlo desayunando junto a ellos. Ojalá poder quedarme a la comida. Llego a Sitges con el tiempo justo, de camino a la estación he pillado una triatlón que me ha complicado encontrar aparcamiento.

Quién me habría podido decir a mí, durante el par de horas que he pasado en transporte público para llegar al festival, cuestionándome si valdría la pena ver una película o pasar un tiempo con mi familia, que me encontraría con la obra que más me emocionaría, y la que recordaré como mi favorita del festival.

Entro al cine, la mayor parte del público sentado ya en sus respectivas butacas. El productor de la película, Lizhou Hu la presenta. Es un hombre amable y derrocha amor por su obra. Nos comenta sus inseguridades, ya que entre él y el director (Li Yang) llevan muchos años tratando de levantar el proyecto, y no se cree que durante estos días se esté estrenando en su país natal, China. Mientras veo, a lo lejos, a ese hombre me permito imaginarme a mí mismo presentando una película como lo estaría haciendo él, nervioso e intentando compartir el amor que siento por el proyecto que todavía no he hecho. Pero King Kong se acerca a la costa de Sitges y mi mente vuelve a caer sobre la butaca.

Escape from the 21st Century (2024) de Li Yang es una completa majadería, un bombardeo constante de imágenes, efectos, estímulos, ideas, estilos, formatos y géneros. Tan visualmente caótico como un manga de Jackson Pollock, pero tan entrañable y cálida como los abrazos en una película de Ghibli. Si he de resumir la trama sería algo así: Tres amigos, debido a unas bizarras circunstancias, son capaces  al estornudar de catapultar su yo de 18 años al cuerpo de su yo de 38 años, y al revés. Lo que sigue es mucho amor por los años 90, Legend of the White Snake y Street Fighter 2, drama, angustia, comercio de órganos, científicos con cabezas humeantes, secuencias de montaje por entrenamiento necesarias e innecesarias, peleas desenfrenadas, muchos gags que no están ahí porque sí, y una secuencia en la que dos personas saltan de un edificio al ritmo de ‘Here’s to you’ de Ennio Morricone sujetados únicamente por los cables de todos los ordenadores de una oficina Una exploración sobre saber que tu juventud, niñez o adolescencia se acaba. Li Yang nos da una maravillosa película, curiosa como la que más y brillante cómo el recuerdo mejor guardado de tu infancia.

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Escape from the 21st Century de Li Yang

Marcho a la acogedora sala Tramuntana, que se prepara para la primerísima proyección de la fantástica Bodegón con Fantasmas (2024) de Enrique Buleo. El director presenta la película comentándonos que seremos los primeros espectadores en disfrutarla. Bodegón es una antología de cortometrajes que exploran desde distintos ángulos sucesos paranormales en un tranquilo pueblo de Cuenca. Cómo cualquier antología o película capitular siempre hay alguna historia que destaque por encima de las demás. Mi favorita es justo el capítulo que abre la película, no revelaré nada, ya que creo que es una película que hay que disfrutar por completo en el cine. Lo que sí puedo adelantar es, que tras el estreno de Bodegón en Sitges, cierto periódico proclamó a Enrique Buleo como al nuevo Almodóvar.

Bodegón con Fantasmas de Enrique Buleo

Cierro el día con A Desert (2024) de Joshua Erkman preparado para dormir del tirón.

 

Lunes 7 de Octubre

Hoy empiezo con 100 yards (2023) de Haofeng Xu y Junfeng Xu. Con sus grandes coreografías, ostentosos movimientos de cámara y, en ciertos momentos, cómica trama, es una gran película para pasar una tarde entretenida. Irreverente por momentos ante la cultura de las artes marciales, pero con mucho respeto por su forma.

Rápidamente, voy a la cola para la siguiente película. Todas las películas de hoy las voy a ver del tirón. He entrado a las 18:30 a 100 yards, y calculo que saldré de la última sobre la una de la madrugada. Gracias al pedazo de kebab que me he comido este mediodía creo que seré capaz de aguantar este maratón sin sufrir en exceso.

Nightbitch de Marielle Heller

Entro al auditori a ver Nightbitch (2024) de Marielle Heller. Rápidamente se convierte en otra de mis favoritas personales del festival. Después de una película de mamporros y patadas de kung-fu no esperaba emocionarme tan fácilmente. Canina (la traducción del título al castellano) es entrañable, repleta de ideas muy originales, mostrando con gran mimo y sensibilidad el sacrificio que han de realizar todas las mujeres que se convierten en madres. Explorando el nuevo rol, y vida, que se le ha asignado a una madre, Amy Adams encarna el papel de forma grandiosa, llenando la pantalla en cada plano. Animo a cualquier persona empática a verla, y reflexionar sobre los estigmas sociales que, desde jóvenes, se nos inculca en esta sociedad patriarcal. Aunque el público de Sitges me decepciona, abandono el auditorio escuchando comentarios desprestigiando la película, bajo el estandarte de “la representación masculina en la película retrata al padre como a un inepto que no entiende el dolor y sufrimiento por el que pasa su mujer…” ¡ding ding ding! ¡Han entendido la película!

Vuelvo con prisas a la cola del auditori. La próxima es otra de las películas por las que más expectación tengo. Vuelvo a encontrar sitio en mi fila de butacas de confianza, aplaudo con entusiasmo cuando el logo de la productora A24 aparece en la gran pantalla, y da inicio A different man (2024) de Aaron Schimberg, que nos regala una película inteligente. Una fábula sobre la moral de la belleza y el aspecto físico. Una tortura desalentadora ante su protagonista, interpretado por un gran Sebastian Stan. Acompañado de grandes secundarios cómo Adam Pearson y Renate Reinsve que solo hacen que enaltecer al Edward que da vida Sebastian. Desde el magnífico y ácido guion, con el que Aaron ganó el premio a Mejor Guion, hasta su preciso montaje y aturdidora banda sonora. La forma en la que esta película transmite el odio hacia uno mismo solo podría compararlo con su coetánea The Substance. Ambas son increíble e inolvidables, ganando un merecido lugar entre mis favoritas de este año.

A different man de Aaron Schimberg

Acabo este día cansado. Tras tal montaña rusa de emociones uno solo puede esperar en la pizza fría que me comeré al llegar al piso, y en la cómoda cama en la que dormiré. Me doy cuenta de que siempre pienso en lo mismo durante mis paseos de vuelta, igual es porque camino por las mismas calles, así que cambio mi ruta y me dirijo hacia el paseo marítimo, perdiendo la mirada en las oscuras olas y en las lucecitas del lejano crucero que surca el horizonte.

 

Martes 8 de Octubre

Veo Escape (2024) de Lee Jong-pil, la primera de las dos películas, con el mismo título, que veré a lo largo del festival (sin contar Escapar del Siglo 21). Un interesante thriller surcoreano, con tintes políticos, sobre las penurias por las que un soldado del ejército norcoreano ha de pasar para escapar de la férrea dictadura que gobierna el país. Una película interesante y entretenida. Es todo lo que necesitaba para hacer la digestión.

Escape de Lee Jong-pil

Más tarde veo Animale (2024) de Emma Benestan, de la cual hay ciertos planos tan inquietantes que a día de hoy me siguen persiguiendo en mis pesadillas. Esos brillantes cuernos bajo la espesa noche, acechantes… Acabo de cenar y durante una interesante conversación con Angi, me da por revisar el calendario: En 5 minutos tengo que estar sentado en mi butaca. Me cuelgo la acreditación, llave maestra de los cines durante mi estancia en Sitges, y salgo corriendo hacia el Cinema Casino Prado para ver Apartment 7A (2024) de Natalie Erika James.

Sentado en la butaca, y recuperando el aliento, observo las impresionantes figuras pintadas en el techo del gran teatro, ahora adaptado como sala de cine. Me recuerdan al póster de la película que vería en escasos minutos, nada más que una silueta encima del mítico edificio Dakota sobre un fondo verde. Recuerdo como eso fue lo primero que me llamo la atención mientras revisaba la cartelera del festival. Investigando descubro que se trata de un spin-off basado en aquella película del 68’ que tanto me inquietó en su momento, Rosemary’s Baby. Lleno de intriga la apunté en la lista, y bien arriba además. No sabía qué esperar de la película. Desde el palco de prensa, bajo la vista y observo las butacas vacías, algunas se van ocupando con cinéfilos un poco más despistados que yo. En cambio, otras muchas quedarán vacías.

Ninguna precuela o remake conseguirá estar a la altura de su antecesora, pero esta consiguió que yo volviera al piso, caminando por las vacías calles de Sitges, silbando y tarareando cierta tétrica nana.

 

Jueves 10 de Octubre

Entre Call of Water (2024) de Élise Otzenberger y Dead Mail (2024) de Joe DeBoer y Kyle McConagh, consigo colarme en la sala de conferencias. Hoy viene Geoffrey Rush, una de las figuras que más me interesa en el panorama de eventos de industria. Un hombre que, tras largos años en el teatro, se lanzó a la gran pantalla en producciones menores, hasta ser llamado para el papel más icónico de su carrera, y dar vida al tramposo pirata Barbosa.

Las luces se atenúan y entra en la sala, entre vítores y aplausos, un afable señor. Paradójicamente, resulta que semanas atrás había sufrido alguna clase de esguince y, como su tan icónico papel, parecía llevar una pata de palo. Con su acento australiano me pierdo algunas palabras de sus respuestas a las preguntas que le lanza el público. Pero si consigo entender algo, es un hombre que le encanta el arte, le encanta crear, y le encanta trabajar del arte que crea. Nos narra cómo inició en su carrera y en los meollos en los que anda metido hoy en día con su compañía de teatro. Tras los largos discursos inspiradores que compartía con nosotros, su paso por la sala Garbí acaba abruptamente. El tiempo se había terminado. Un segurata se planta ante Geoffrey Rush y el público, y tal como vino, se fue.

Dead Mail de Joe DeBoer y Kyle McConagh

Hoy, además, tendré la suerte de ver por primera vez, en una gran pantalla, un proyecto en el que tuve la suerte de participar. El estreno de The Merchant (2024), otra de las citas que más interés me producía. Me reencuentro con mi gran amigo, al que no he visto en todo el verano, y tras ponernos al día con un Kebab, marchamos al Cinema Casino Prado. Qué bonito era acordarme de aquellos días de locura extrema, mientras veía el metraje montado.

Vimos en pase doble otra obra de acción, Zero (2024) de Jean Luc Herbulot. La noche no acabará aquí, y llegaré al piso cuando mi reloj marcaba las cinco y media de la madrugada, pero vamos a concluir con que el día de hoy se cerró con el equipo de La Marchante celebrando en un bar.

 

Viernes 11 de Octubre

Veo 2073 (2024) de Asif Kapadia, al mediodía, tranquilito. No hay nada mejor que empezar el día con una crítica social sobre como los ricos y dictadores acabarán con el mundo tal y como lo conocemos. Me parece curioso que la última película que vi ayer, Zero, comparte tantas similitudes narrativas. Ambos films te venden la acción y los efectos (entienden que el público actual, si no es con disparos, no se centra) para introducirte un mensaje reivindicativo sobre los derechos humanos. Aunque en 2073 el director viene del documental, la obra final se siente como una película de Netflix, en la que te interrumpen cada 10 minutos para ponerte un anuncio, en este caso, del fin del mundo. Aun así, me gustaron ambas (bastante más Zero).

Ahora estoy nervioso, haciendo cola para la película que más expectativas tengo de todo el festival. Cloud (2024) de Kyoshi Kurosawa. La película no es más que la enmarcación de la apatía moderna, manifestada a través de la destrucción de un extraño y donde una estafa y un disparo son igual de monstruosos. Como castigar la comodidad de tu alma al aprovecharse de destruir el alma de los demás. La obra de Kurosawa retrata nuestra egoísta generación como ninguna otra, nos entiende como criaturas movidas por nuestros impulsos y avaricia. Es, sin dudar, la película con la que más miedo he pasado en todo el festival. No ha sido por ninguno de sus terribles fotogramas finales. Es el terror que sientes al darte cuenta que todos a tu alrededor aplauden, ríen y vitorean una de las escenas más traumáticas de la que he sido testigo en todo lo que llevamos de festival. Empequeñecido en mi butaca, era testigo de lo que el propio Kurosawa quería representar, supongo que no era consciente hasta ese momento. Salgo acojonado de la sala, rodeado de las bestias que podrían, tan felizmente, disfrutar con mi sufrimiento personal, o el de cualquier ser vivo.

Intento coger aire. Instintivamente, mi mirada se va hacia el cielo, pero se topa con dos grandes carteles: Escape y Luna, con sendos pósteres expuestos en vayas publicitarias que llevo viendo todo el festival. Esas dos películas serán las que pongan el punto final en mi festival.

Por el momento sigo conmocionado, ese terror, esas risas y aplausos junto al desgarrador grito del protagonista me recorren el cuerpo causándome escalofríos. No tengo claro si ir o no a la sesión de esta tarde, igual me viene bien respirar el aire marítimo. Mañana será otro día.

 

Sábado 12 de Octubre

El despertador ha sonado a las siete y media, abro los ojos a las nueve, no podré ver la película de clausura del festival. Me encamino a mi último día de festival. Camino por última vez por las calles que he recorrido esta semana, y vuelvo a encontrarme frente al Melià. Me pongo por última vez en la cola de la sala Tramuntana. Unos señores frente a mí se ríen, comparando la próxima, y penúltima obra que veré, con la odisea del espacio de Kubrick. Miro hacía otra dirección, intentando contener la risa, esperando que ningún miembro del equipo de la película escuchara los irónicos comentarios del señor.

En parte me hubiera gustado que esta fuera mi última película del festival, para poder acabar esta crónica citando la canción con la que también termina Luna (2024) de Alfonso Cortés-Cavanillas: con Un beso y una flor de Nino Bravo. Pero me toca prepararme para la que sí será la última película que veré.

Escape de Rodrigo Cortés

Escape (2024) de Rodrigo Cortés (la segunda Escape que veo), es una gran película. Al menos para mí, en este momento, lo ha sido. Una divertidísima tragicomedia, con un Mario Casas que está genial y con unos secundarios enormes. José Sacristán y Anna Castillo deberían ser patrimonio nacional. Pero claro, que esperar de una obra que comienza con el nombre Martin Scorsese. Cortés consiguió involucrar a Scorsese convirtiéndolo en parte de la producción ejecutiva de la película. Y no es para menos, pues la obra trata el tema favorito del aclamado director: un hombre torturado por su culpa y arrepentimiento. He pasado un buen rato, aunque me cuestiono durante largo rato si salgo de la sala feliz o triste. Me he reído, bastante además, pero es una película agridulce. Quizás este sentimiento también tenga algo que ver con alejarme del Melià. Alejarme de las butacas en las que he vivido estos días. No siento que me aleje, más bien, y como Mario Casas, siento que me estoy escapando. Que a todo lo que me han regalado esas pantallas yo les estoy dando la espalda, en dirección a la estación del tren.

Espero que me acompañen con esta crónica.

Veo Sitges alejarse a través de la ventanilla del tren. La naranja luz del atardecer brilla sobre el mar. Me imagino en el horizonte a King Kong, a contra luz, y como con su gran pata se despide de mí.

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