Agnès Varda. Una vida dedicada al juego de la narración

El pasado 17 de noviembre, la directora belga y “abuela de la Nouvelle Vague”, era premiada con el máximo galardón dentro de la industria estadounidense, siéndole otorgado un premio de la Academia por su trayectoria dentro del cine, tanto de documental como de ficción. La propia Varda, ya con 89 años, declaraba días antes que el hecho de recibir aquel premio no significaba una mayor satisfacción profesional pues, para ella el cine debe de tener como primer sentido el de narrar y contar historias antes que el de hacer dinero; al contrario de la mayoría de películas y directores que se alzan con la estatuilla dorada cada año.

Para entender este ideal, tenemos que remontarnos al principio de su carrera artística como fotógrafa en el Teatro Nacional Popular de Francia, alrededor de la última etapa de los años 40 y principios de los cincuenta. Lo que la joven belga quizá no intuía en aquel momento es que una vez tomada la cámara de fotos, esta pasaría a ser prácticamente una extensión de su ser durante el resto de su vida.

Es en 1955 cuando viaja de vuelta a Sète, una pequeña población al sur de Francia donde había pasado buena parte de su vida, con la intención de realizar una serie de fotografías del lugar para un amigo cercano, gravemente enfermo y que no podía volver al lugar, cuando rueda La Pointe Courte (1955), un filme en blanco y negro sobre los problemas existenciales de un matrimonio que, aunque ya no sienten el mismo amor por el otro, consideran que son almas gemelas y han de permanecer juntos a pesar del desgaste de sus sentimientos y el dolor que esto les provoca. Su forma de narrar la historia, usando diferentes elementos del psicoanálisis como pueden ser los continuos contrastes entre el hierro y la madera que conforman el puerto de los pescadores (Varda considera que los rasgos personales de cada uno pueden exteriorizarse mediante los materiales físicos); una estética mucho más cercana al documental conseguida al mezclar dos actores profesionales con los propios habitantes de Sète; y al renunciar a las reglas clásicas de filmación como puede ser la continuidad o los ejes, hacen de La Pointe courte, una precursora de À bout de souffle (1960) de Godard, Les Quatre cents coups (1959) de Truffaut y Hiroshima, Mon amour (1959) de Resnais, convirtiéndose así en una de las primeras obras pertenecientes al nuevo cine francés, también conocido como la Nouvelle Vague. De ahí que hoy en día sea considerada la abuela de dicho movimiento.

Rodaje de La pointe courte (1959)

El carácter más cercano al documental que al de la ficción van a marcar la trayectoria de la directora belga hasta hoy en día, haciendo que posea una filmografía envidiable tanto en el ámbito documental como en el de la ficción.

Durante los últimos años de la década de los cincuenta, su carrera se centra en la realización de pequeñas piezas documentales sobre su entorno, la gente que le rodea y su día a día. Todos estos temas serán pilares fundamentales y recurrentes en el resto de su obra. Un ejemplo de estas pequeñas piezas sería Du côté de la côte (1958), donde recorre la Riviera Francesa y sus playas, otro elemento más que será recurrente en su filmografía.

Ya en los años sesenta, dirige otras tres piezas de ficción que acabarán marcando un antes y un después en la forma de comprender el cine. Con el existencialismo siempre como tema principal, empieza a jugar con el color en Cléo de 5 à 7 (1962) (donde aparecen brevemente Godard y Anna Karina en un pequeño corto incluido dentro de la película), siguiéndole Le Bonheur (1965); en la cual los colores pasan a ser un elemento vital dentro del lenguaje de la película y Les Créatures  (1966) un año después. Dicha cinta se convertirá en un film de culto debido a su narración y a su estética y es que, en un continuo ejercicio por reinventarse y explorar, la belga opta por teñir toda la pantalla de un rosa chillón que se convertirá casi en “marca de la casa”.

En esta década no solo trabajará en solitario sino que ayudará a su marido, el también cineasta Jacques Demy, en la producción de sus películas (el color en estas es una clara influencia de la obra de su mujer) además de realizar un documental en compañía de Godard, Resnais y demás, titulado  Loin de Vietnam (1962).

Oncle Yanco (1967)

En lo que a gusto personal se refiere, es en este momento de su vida en el que comienza a realizar sus trabajos más valiosos y que le han dado la reputación que bien se merece, ya que en 1967 y en 1968 filma Onlce Yanco y Black Panhers. Estas pequeñas piezas son la entrada a lo que será una gran carrera como documentalista. En la primera, donde la vida pesquera, el mar y la familia vuelven a estar presentes, va a visitar a un olvidado miembro de su familia para contarnos la historia de ésta, filma a todo color y con gran saturación su pequeño viaje, mientras que la segunda se trata más de un film político sobre el grupo Panteras Negras y su famosa protesta en Oakland.

Entre los setenta y los ochenta, Agnès grabará una serie de documentales que deberían ser de obligada visión para cualquier persona que quiera dedicarse a este mundo (ya sea con trabajo de ficción o documental).

En 1976 realiza Daguerréotypes, un fantástico documento sobre la pequeña calle en la que vive; el vecindario y su día a día. Este anhelo por el hogar de uno mismo, la vida “mundana” y sus amigos conforman una pieza que te obliga a reflexionar sobre lo unidos que podemos sentirnos a un espacio físico y material concreto. Esta reflexión, como ya mencione antes, se repite a lo largo de toda su obra. Quizá por esa idea de que la personalidad de uno puede verse plasmada en los materiales de su alrededor o simplemente por la necesidad de sentirse seguro y tener un lugar donde refugiarse.

Daguerréotypes (1976)

Este motivo de la vida dentro del hogar propio y los vecinos, casi como un anhelo por recordar los viejos tiempos, le hacen realizar diversas piezas cortas en las que visita a viejos amigos y vecinos de todos los lugares en los que ha vivido, mediante antiguas fotografías que comparte con ellos. El sentimiento de nostalgia está más que presente en todas sus obras, tal vez por eso nos resulta tan fácil empatizar con sus historias y las de sus conocidos. Es esa mágica capacidad que tiene de narrar y, como si estuviese cosiendo, puntada a puntada, crea una historia, un cuento, que es imposible que te deje indiferente. Ejemplos de estos cortometrajes serían  Ulysse (1983) y T’as de beaux escaliers, tu sais (1986).

En paralelo a estos trabajos, Varda tiene una conocida “etapa californiana” en la que retoma la ficción (siempre con un ojo más documental, no hay que olvidar su estilo) con Documenteur (1981) y el documental Mur Murs (1981), que resulta un ejercicio que, en 2017, acabará por completar y cerrar el círculo con el artista JR.

Jacquot de Nantes (1991)

A finales de los 80 colaborará dos veces con la famosa Jane Birkin y, durante los 90, después del fallecimiento de su marido, llevará a cabo dos trabajos en su memoria. El primero, volviendo a retomar el tema del hogar, será Jacqout de Nantes (1991) donde nos cuenta la infancia del director en la ciudad francesa. El segundo, un tributo a una de sus películas más importantes Les demoiselles ont eu 25 ans (1993) donde regresa a Rochefort para ver como la película protagonizada por las hermanas Catherine Deneuve y Françoise Dorleac marcó por completo la vida de la pequeña localidad.

Es en el año 2000 donde, cámara en mano, realiza el aclamado documental Los espigadores y la espigadora (Les Glaneurs et la glaneuse, 2000) en la que, como metáfora personal, sigue la vida de las espigadoras para contarnos su envejecimiento, el paso del tiempo, una mirada atrás hacia su obra, al tiempo que recorremos de nuevo un área de Francia siguiendo el trabajo de estas mujeres, que se dedican a recolectar lo que van encontrando para ganarse la vida. Es quizá una de las obras más personales de la directora y no sin motivo se ha considerado uno de los mejores documentales de la historia ya que, mediante el uso del entorno, nos permite ir hilando temas mucho más existenciales y metafísicos. Además, siguiendo el eje principal, nos permite conocer la obra de otros artistas que crean elementos con objetos recolectados, lo que hace que ella misma cree una instalación con metraje viejo de Les Créatures.

Los espigadores y la espigadora (2000)

Varda, inagotable como es ella, regresa con la misma fuerza en 2008 con Les plages d’Angnès (en medio de estas dos grandes obras, no hay que olvidar la realización de Les dites cariatides bis (2005) y Cléo de 5 à 7: souvenirs et anecdotes (2005), donde volvemos a viajar al pasado y a su casa). En este documental viajamos de nuevo, como dice el título, por las playas donde pasó importantes momentos de su vida. Con ello, la directora no solo celebra los 80 años que lleva junto a una cámara sino también sus recuerdos, creando una interesante reflexión sobre la vida. Manteniendo su estilo, la película parece más bien un collage de imágenes sueltas que la propia directora es capaz de unir con su voz tan personal.

Les plages d’Angnès (2008)

A pesar de que dijo que sería su última película, este año nos sorprendió con Vissages Villages (2017) realizada con el artista plástico JR. En ella, recorre de nuevo Francia fotografiando a la gente. Agnès retoma el tema de los murales abierto en Mur Murs y el envejecimiento de Los espigadores y la espigadora, haciendo un hermoso paralelismo sobre el hecho de que la cámara es su vista y aunque la pierda, siempre seguirá teniendo un “mecanismo” para poder seguir viendo.

Vissages Villages (2017)

A sus 89 años, Agnès Varda ha creado un estilo único e inigualable. Su forma de hacer cine, como ella bien dice, es el “cinécriteure”, es decir, el no separar al director del resto de roles dentro de un rodaje, haciendo que esté presente en la dirección, escritura, producción y edición. Su bagaje fotográfico es más que notable, lo que aporta una gran riqueza plástica a todos sus trabajos además de un fascinante trabajo sobre el simbolismo. Con todo esto se podría decir claramente que es una directora de estilo y que lo sigue trabajando hoy en día, cosa que raramente vemos en otros filmes. Mientras ella siga respirando, podemos estar tranquilos de que alguien sigua grabando lo mundano que tendemos a ignorar.

Nota: Visages, Villages ya está disponible en formato DVD para adquirir.

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