«Alma Mater» de Philippe Van Leeuw
Insyriated, el acertado título original del film que ha sido titulado en nuestro país como Alma Mater, ha llegado al fin a nuestros cines, tras ganar en el 2017 el Premio del Público en la sección Panorama de la Berlinale y en el Festival de Sevilla y, recientemente, batir un récord en los Premios Magritte (el equivalente a nuestros Premios Goya en Bélgica), alzándose con los 6 premios a los que optaba, entre ellos el de Mejor película, Mejor Dirección y Mejor Guión.
Alma Mater es un film muy reivindicable en los tiempos que corren por todo lo que conlleva. Y lo es porque nos introduce de lleno en la actual Siria en guerra, pero lo hace desde una perspectiva muy cinematográfica: exclusivamente desde el interior de una vivienda en medio de la guerra. Prácticamente nunca llegamos a ver el exterior, más allá de lo que pueden ver los propios personajes desde sus ventanas -con planos subjetivos-. Y por ello, cobra una inmensa fuerza el fuera de campo, que nos sugiere constantemente el horror que se vive allí desde hace ya demasiados años.
En dicha vivienda, a modo de piso franco, conviven distintas personas que se han juntado y que son los últimos inquilinos que quedan en el edificio. Sobreviven como pueden, con recursos reducidos. La puerta siempre queda blindada para protegerse de los saqueadores que surgen habitualmente en toda situación inestable -forma parte de la condición humana, por desgracia-. A lo largo del metraje hay bastantes planos secuencia que siguen a los personajes por la casa, realizando acciones que pretenden ser cotidianas -en una realidad que no debería serlo, pero que para ellos ya casi lo es-.
A la familia protagonista no la vemos preocupada por la política. Siria se ha transformado en un tablero maldito donde intervienen muchos intereses.
«La guerra acabará pronto…»
…dice uno de los personajes. Pero ya sumamos más de 8 años de conflicto bélico.
En el exterior suenan de fondo los desagradables ruidos de la guerra: disparos de francotiradores, explosiones de bombas, helicópteros, etc. El sonido es un protagonista más y el tratamiento que le han dado resulta muy acertado. Su presencia y como lidian con él los personajes resulta escalofriante a momentos y emotivo en otros, como cuándo los niños se ponen a cantar durante un bombardeo para combatir el miedo.
Uno de los conflictos que trata el film es precisamente el de una pareja que discute sobre si irse o no de Siria y convertirse en un par de refugiados más de los que nadie quiere saber nada. Toda su vida está enraízada en Siria (o en lo que queda de ella); parecen ser de clase media acomodada. Y este matiz es importante por el triste hecho de que en general las personas no logran solidarizar y empatizar con un conflicto lejano y que desconoce.
A modo de pequeña disertación, la imagen que suelen tener muchos sobre los refugiados es el de gente pobre que huye de un lugar en busca de una vida mejor en nuestros países que son más prósperos. Pero, de Siria, llevan años huyendo todo tipo de personas: también abogados, médicos, militares, profesores, etc. Porque tantos años de guerra y destrucción hacen la vida imposible para todos. ¿Alguien piensa en esos miles de niños que llevan 8 años sin poder ir a la escuela, por ejemplo? Muchos ni siquiera conocen lo que es una vida normal, sin guerra.
Imaginad por un momento que en vuestra ciudad, de pronto, estallara una guerra y en la cual, encima, se involucran países ajenos que empezaran a bombardearla durante años. ¿Que hariáis? Tener el valor de dejar toda tu vida atrás, todas tus pertenencias y huir a otro país desconocido en busca de un futuro requiere de muchísimo valor. ¿Y cómo hemos tratado en Europa a estos millones de refugiados? Hay que reflexionar al respecto y considero que este film es una herramienta muy importante para ello.
El director belga partió precisamente de esta idea, haciéndose a si mismo las preguntas: «¿y si eso me ocurriera a mí? ¿Cuáles serían mis mecanismos de defensa? ¿Cómo lo resistiría? Para responder a estas preguntas no es necesario ir a preguntar a Siria ni documentarse ni leer testimonios. Lo importante es ahondar en lo humano.
Por todo ello, creo que Alma Mater es una película imprescindible de ver porque trasciende más allá de la pantalla y nos muestra, de primera mano, un conflicto que está sucediendo ahora mismo en bastantes rincones del mundo (no sólo Siria, no nos olvidemos de Yemen, por citar otro ejemplo). No es fácil empatizar con lo que es vivir bajo el miedo y el fuego cruzado, en una ciudad sitiada, cuando los del mundo privilegiado nunca lo hemos sufrido. Los que lo están sufriendo son personas, personas con esperanzas perdidas. Y también con corazón. No perdamos nosotros el nuestro.