Crónica de la Berlinale 2020

La Berlinale ha llegado a su 70ª edición a lo grande, con muchos cambios en sus secciones debido también al cambio de la Dirección del Festival. Tras casi dos décadas con Dieter Kosslick al mando, el Festival hizo un cambio que muchos sentían ya como necesario, y pasaron a tomar el timón de la Berlinale, Carlo Chatrian (en la parte artística) y Mariette Rissenbeek (en la ejecutiva). Una de sus primeras decisiones fue suprimir un par de secciones creadas en su día por Kosslick: la del Culinary cinema y la de Native (sección donde siempre se podían encontrar apuestas muy interesantes de temática indígena, como fue en su día «El abrazo de la serpiente«).

En detrimento de estas secciones, han llegado no obstante dos novedades que han sido muy bien recibidas: las secciones de Encounters y On transmission. La primera ha sido la sección donde Carlo Chatrian ha podido programar con más libertad, siguiendo más la estela autoral del Festival de Locarno que venía dirigiendo. La segunda, una idea maravillosa en la que se propuso que cineastas que han triunfado en anteriores ediciones de la Berlinale pudieran elegir a otro Director con el que conversar, y proyectar una película de la filmografía de ambos. Así se dieron las sesiones con charlas de una hora entre Koreeda y Ang Lee, Jia Zhang-ke y Huo Meng o Claire Denis y Olivier Assayas, entre otros.

Lo peor de esta edición ha sido seguramente el diseño del póster y material promocional general:

Han sido unas cuantas las películas españolas que han participado en esta edición, principalmente en las secciones de Forum y Generation. En Generation compitieron el largometraje «Las niñas» de Pilar Palomero y el cortometraje «Panteres» de Èrika Sánchez, a quien tuve la ocasión de entrevistar. En Forum estuvieron «Lúa Vermella» de Lois Patiño, «Anunciaron tormenta» de Javier Fernández Vázquez, y «Entre perro y lobo» de Irene Gutiérrez. Si bien es cierto que no hubo en esta edición ninguna película española compitiendo por el Oso de Oro, si que lo hizo como actor Javier Bardem, protagonista de la nueva película de Sally Potter que competía en la Sección Oficial.

Y a pesar de que en esta edición se redujo la cantidad de películas repartidas en las distintas secciones, fue una vez más imposible de cuadrar la programación de las que le podían interesar a uno -interés creciente en esta edición donde la Sección Oficial recuperaba un protagonismo perdido en anteriores ediciones-. Se sumó el problema logístico de que el CineStar de Potsdamer Platz cerró poco antes del Festival y no se pudo contar con esa sala de proyecciones, siendo la prensa la principal perjudicada, al tener que suplir esas sesiones en cines más alejados, complicando la planificación.

De entre la treintena de películas que tuve ocasión de ver, me gustaría destacar las siguientes cinco:

 1. Irradiés (Rithy Panh)

El título hace referencia a la gente que ha sobrevivido a las irradiaciones físicas y psicológicas de la guerra. Se trata de un ensayo documental alrededor de los orígenes del mal a partir del análisis de nuestra Historia reciente, sustentado principalmente en material de archivo. Rithy Panh apuesta por una triple pantalla dividida donde repite la mayor parte del tiempo las mismas imágenes, insistiendo en este mensaje de lo cíclico, de como el ser humano repite una y otra vez los mismos errores, sin aprender de su historia. Las imágenes son acompañadas de una voz en off, que complementa las imágenes del horror con reflexiones y preguntas. Guardando las distancias del maestro, se percibe una clara influencia de Chris Marker. Una obra complicada y dolorosa, realizada en un momento idóneo, donde Europa vuelve a caminar por desgracia en la misma dirección y repetir los mismos errores que la llevaron a los horrores que ocasionó el fascismo y la guerra. Una mirada lúcida del pasado hacia el presente, para encarar el futuro.

   2. Gunda (Viktor Kossakovsky)

Una de las grandes sorpresas del Festival. El ensayista y documentalista Viktor Kossakovsky nos invita a experimentar una experiencia immersiva en la vida animal en las granjas. Filmada en un exquisito blanco y negro, nos muestra distintas escenas cotidianas de los animales, sin la presencia del ser humano en ningún momento. Parecen vivir en libertad. Por un lado seguimos a Gunda, una cerda a la que vemos parir a toda una camada, y como ésta cuida luego de los cachorros. Los vemos crecer y adaptarse al entorno, con la madre siempre al acecho de ellos para ayudarles. Paralelamente nos muestra unas gallinas que logran salir de su jaula, y Kossakovsky lo filma como si se tratara de un thriller carcelario: las gallinas van saliendo muy lentamente, una a una, y controlando el entorno, mirando si hay enemigos a la vista. Una vez están todas fuera empieza la fuga a través del campo, filmado con un travelling elegante e intrigante. El aspecto formal en esta película es una verdadera gozada, pocas veces se había visto la vida animal filmada de esta forma. La tercera «trama» es la de unas vacas en cautiverio, en el momento en que las liberan temporalmente de sus jaulas, para que puedan pastar un poco: salen todas en sprint, dando brincos de pura felicidad. Sin que haya un argumento, las escenas observacionales son fascinantes, y el desenlace de la película es demoledor, un plano secuencia inolvidable, que no voy a revelar. Pero casi ninguna película había logrado un mensaje tan contundente en contra de la industria cárnica, sin mostrar nada de la industria cárnica, si no la cara B: enfocado en la vida de los animales. Película imprescindible.

3. First Cow (Kelly Reichardt)

La nueva película de Kelly Reichardt era para muchos una de las más esperadas en la Sección Oficial. Y no defraudó. La cineasta estadounidense logra mantener el ritmo y el interés durante dos horas a partir de una trama que sobre el papel no parecería ofrecer demasiado: dos amigos roban leche de una vaca para preparar bollería y venderla en un pueblecito. Lo sustenta principalmente en la belleza y lirismo que otorga al relato, y la originalidad y mirada con la que lo hace. A pesar de que en un sentido clásico, a nivel narrativo no suceden demasiadas cosas relevantes, uno queda cautivado constantemente. El ser humano y la relación con la naturaleza, con el entorno, en un contexto de atípico western, protagonizado por hombres de gran gentileza. Su método narrativo minimalista logra conmover, combinando humor y drama. El valor del filme radica en la forma y en la gran dirección por parte de Kelly Reichardt. Una pequeña joya.

4. Kill It and Leave This Town (Mariusz Wilczynski)

Si la tuviera que definir de alguna forma, la definiría como un viaje psicodélico a garabatos. El primer largometraje animado de Mariusz Wilczynski es una rareza fascinante, ecléctica, difícil de catalogar. El director polaco centra su atención en su propia biografía sin dejar nada en el tintero. Y lo hace navegando sin miedo a través de su memoria colectiva, puebla las calles, los tranvías y las tiendas de la ciudad industrial de Lodz con personajes, trozos de memorias y melodías pegadizas que nos transportan a su infancia: el mundo tal y como era para él en la década de los años 60 y 70. Lo original de la propuesta es el estilo formal empleado: una combinación de garabatos animados, principalmente en blanco y negro pero con toques de color casuales, unos más simples, otros más elaborados, que te van transportando de un lugar a otro, y te mantiene fascinado y dándole rienda a tus propios recuerdos, hasta arrastrarte al inconsciente. Muy lograda la atmósfera que crea en un trabajo deliberadamente artesanal, y que te hace conectar emocionalmente. Es, en resumidas cuentas, un poema triste que describe un mundo de inhumanidad. Y cuya imagen final hace recordar los versos de Neruda: Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada, y tiritan, azules, los astros, a lo lejos».

5. There Is No Evil (Mohammad Rasoulof)

La vencedora del Oso de Oro de este año, siguiendo la estela de Jafar Panahi, fue la nueva película de Mohammad Rasoulof, quien no pudo venir presencialmente a recoger el premio al estar bajo arresto domiciliario. Se trata de una película episódica en la que aborda desde 4 perspectivas distintas la pena de muerte en Irán, y de como la sufren tanto las víctimas y sus verdugos. Se trata de 4 episodios independientes conectados por su temática, y titulados «There is no evil», «She said: you can’t do it», «Birthday» y «Kiss me», y cada uno aporta una visión distinta del asunto, con personajes variados, aunque dejando abierta la interpretación de posibles interconexiones entre los distintos episodios. El director iraní busca una respuesta a su pregunta: ¿Cómo logran los gobernantes autocráticos transformar a las personas en simples componentes de sus máquinas autocráticas? Su película es otro desafío al régimen, y ha tenido su premio en el Festival político por antonomasia, debido también, por supuesto, a sus méritos cinematográficos. A pesar de ser episodios independientes y de los 150 minutos de metraje, la película fluye y mantiene el interés en todo momento, a partir de un primer episodio de presentación que te deja perplejo al final.

Cerramos así un año de alto nivel. Esperemos que se consolide y siga creciendo el año que viene. Veremos que nos depara la Berlinale 2021.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *