Monstruo de Hirokazu Koreeda
Tras su viaje a Francia con La vérité (La verdad, 2019) y su paso por Corea con Broker (2022), Koreeda vuelve en plena forma a su tierra natal con el estreno de Kaibutsu (Monstruo, 2023).
Monstruo es una palabra violenta e inquietante, que despoja de humanidad; empleada por algunos con el propósito de señalar, de crear un estigma. Es por ello que me quedé sorprendido cuando descubrí, tras su paso por Cannes, que la nueva obra de Hirozaku Koreeda tenía por título algo propio de una película de terror.
La genialidad del buen cine, en muchas ocasiones, radica en su capacidad para impregnar la tesis cinematográfica en todos sus elementos formales. Es por ello que el título del filme ya invita a especulaciones de lo más bizarras y asunciones terroríficas.
Y así nos adentramos en la película, sin saber muy bien qué esperar de ella y anticipando algo monstruoso. Koreeda abre el telón y nos muestra sus primeras imágenes: un edificio en llamas, un niño problemático junto a su madre soltera, un profesor extraño, un instituto de lo más kafkiano…
La narrativa de Monstruo nace y vive de la inercia por desentrañar sus misterios, y es por ello que su director, hace uso de una estructura narrativa que nos remite a la de Rashomon (1950) de Kurosawa, dividiendo su relato en puntos de vista diferenciados que revisitan la película de forma cíclica bajo una nueva mirada.
Por un lado, es una decisión interesante que te obliga a estar bajo la cambiante mirada de los personajes. Por otro lado, es una decisión tramposa que te engaña a conciencia para subvertir tus expectativas. Y si bien funciona en la mayoría de ocasiones y la trama está bien hilada, en otras deja mucho que desear. Tampoco le hace ningún favor a la película, ausentar a gran parte de sus personajes durante largos tramos del metraje. Perdiendo así, parte del peso emocional y el vínculo personaje-espectador.
Dicho esto, Koreeda suple sus flaquezas como es habitual, con su genuina representación de la condición humana y las relaciones interpersonales. El respeto y sensibilidad con el que trata a sus personajes es admirable, en especial cuando se trata de los niños. La dinámica entre los personajes, las sutiles miradas, y las grandes interpretaciones son la llama que mantienen viva la película.
Hirokazu Koreeda firma una película interesante y demuestra que, pese a su regreso a Japón, está obstinado en no quedarse en su zona de confort. Sus esfuerzos por presentar la historia de una manera única, pese a sus imperfecciones, y las interesantes cuestiones que plantea hacen que, en última instancia, sea una película memorable.