«La La Land (La ciudad de las estrellas)» de Damien Chazelle
Aunque son pocas las películas que lo consiguen, el séptimo arte tiene la magia de poder hacerte salir flotando de la sala de cine en ciertas proyecciones. Y cuando esa magia sucede, es una sensación que te puede llegar a envolver durante muchas horas. La La Land (La ciudad de las estrellas) es uno de estos films especiales que lo logran, y que te invitan durante su visionado a dejar fluir una serie de emociones y sentimientos mientras disfrutas de una intensa y completa experiencia cinematográfica, para finalmente salir como hechizado y desestabilizado emocionalmente. O al menos, lo logró conmigo.
Después de cosechar un gran éxito con Whiplash (2014), Damien Chazelle se ha embarcado en un proyecto muchísimo más ambicioso con La La Land (2016), film donde demuestra que además de tener un enorme talento como cineasta es a su vez un gran cinéfilo, y en el cual reafirma también su gran conocimiento y pasión por el jazz. Con gran soltura, transita por distintos géneros y revitaliza un complicado género como es el musical, haciéndole un hermoso homenaje al mismo y dándole un soplo de aire fresco, evocando en lo estético a los musicales de Jacques Demy tales como Los paraguas de Cherburgo o Las señoritas de Rochefort, y en esencia a gran cantidad de otros grandes musicales, como por ejemplo el New York, New York de Martin Scorsese o clásicos como Un americano en París de Vincente Minelli. Y además de la gran cantidad de referentes que hay, no es menor la cantidad de guiños cinéfilos que realiza Chazelle, por lo que me limitaré a resaltar el de El globo rojo de Albert Lamorisse.
¿Cómo vas a ser un revolucionario, siendo tan tradicionalista? Te aferras al pasado, pero el jazz es sobre el futuro.
Chazelle combina lo mejor del cine clásico con el de vanguardia, con un magistral manejo del lenguaje cinematográfico. El resultado es un film único, inolvidable y mágico. Todo funciona perfectamente en una mezcla precisa entre diálogos, interpretaciones, drama y música, con un constante ritmo, fuerza y sello personal. Si bien la película trata argumentalmente sobre una bonita historia de amor, el verdadero amor es el que plasma Chazelle por el cine, el arte y la música en todo momento. Y ello queda patente ya en la puesta en escena, donde uno queda sumergido en su mundo deseando que ojalá fueran tan alegres todos los atascos en la vida real. Cabe destacar la maestría con la que realiza las transiciones de las escenas musicales a las convencionales, y viceversa.
La La Land desprende nostalgia, desprende melancolía, desprende amor. Un film de una inmensurable belleza que hila con maestría distintos temas alrededor de los sueños y los soñadores, envuelto en una hermosa atmósfera agridulce, de gran colorido. Ante la aparente festividad, subyace el drama, pues no deja de ser una historia de sueños, ilusiones… y profundas decepciones. Una película muy sensible, pero no sensiblera.
Cabe destacar a su vez el acertado reparto, y las maravillosas interpretaciones que realizan Emma Stone y Ryan Gosling de sus correspondientes personajes protagonistas. Se nota bastante la entrega por parte de ambos a este proyecto, hasta el punto que son ellos mismos los que cantan en la fabulosa banda sonora original. Y es que seguramente uno de los principales protagonistas de la película es la banda sonora compuesta por Justin Hurwitz, en la que es ya su tercera colaboración juntos. Todo ello, paralelamente al homenaje que le rinde al jazz Chazelle. Las partituras de Hurwitz y las letras de las canciones acompañan y hasta guían la narrativa del film, dotando al mismo de todavía más emotividad. Es difícil no salir del cine tarareando alguna de las canciones.
También merece una mención especial la dirección artística y la fotografía, que logran que el film tenga un gran poderío visual. El colorido del film y toda su estética está cuidada al milímetro, con un gran acierto en los decorados y vestuario; así como un gran trabajo de iluminación.
Y supongo que a estas alturas el lector estará empezando a cansarse de leer tantos elogios, así que tan solo me queda recomendar su visionado una vez se haya estrenado el 13 de enero. El 2017 está empezando muy bien, cinematográficamente hablando. La La Land supone indudablemente la primera gran sorpresa del año, y una obra que seguramente el tiempo colocará en el lugar encumbrado que se merece. Parece incluso como si la magnífica Whiplash hubiera sido tan solo un ensayo para este posterior homenaje romántico al cine y a la música..